5 Por eso tú sé prudente, no hagas caso de tus propias penas, dedícate a tu trabajo de evangelista, cumple tu ministerio.
6 Para mí ha llegado la hora del sacrificio y se acerca el momento de mi partida. 7 He combatido el buen combate, he terminado mi carrera, siempre fiel a la fe. 8 Por lo demás ya me está preparada la corona de los santos, que el Señor con que me premiará aquel día el Señor, justo juez; y conmigo la recibirán todos aquellos que anhelaron su venida gloriosa.
13 Al venir trae la capa que dejé en Troas en casa de Carpo, y también los libros, sobre todo los pergaminos. 14 El herrero Alejandro, me ha hecho mucho daño. El Señor le su merecido por lo que ha hecho. 15 Desconfía tú también de él, ya que ha sido muy contrario a nuestra predicación.
16 La primera vez que presenté mi defensa, nadie me ayudó. Todos me abandonaron. ¡ Que no les sea tomado en cuenta! 17 El Señor, en cambio, estuvo a mi lado, llenándome de fuerza, para que la predicación del mensaje fuera llevada a cabo por mí, llegando a a oídos de todas las naciones. Y quedé libre de la boca del león. 18 El Señor me librará de todo mal y me salvará, llevándome a su reino celestial. Gloria a El por los siglos de los siglos. Amén.
19 Saludos a Prisca y a Aquilas, lo mismo que a la familia de Onesíforo. 20 Erasto quedó en Corinto. Dejé a Trófimo enfermo en Mileto.
21 Haz todo lo posible por venir antes del invierno. Te saludan Eubulo, Pudente, Lino, Claudio y todos los hermanos. El Señor sea contigo. 22 La gracia sea con ustedes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario