No vuelvan a la Ley judía
A mí no me cansa escribirles otra vez y para ustedes es más seguro. 2 ¡Cuídense de los perros, cuídense de los malos obreros, cuídense de los que se hacen circuncisiones! 3 Nosotros somos los verdaderos circuncidados, pues servimos a Dios según el Espíritu de Dios y nos alabamos de estar en Cristo Jesús, en vez de confiar en nuestros méritos.
4 Porque, hablando de méritos humanos, yo también tendría con qué sentirme seguro. Si alguno cree que puede confiar en tales cosas, cuánto más lo puedo yo. 5 Nací de la raza de Israel, de la tribu de Benjamín, y fui circuncidado a los ocho días. Soy hebreo e hijo de hebreos; con referencia a la Ley, soy fariseo, 6 mi fanatismo lo demostré persiguiendo a la Iglesia; en cuanto a ser justo de la manera que dice la Ley, fui un hombre irreprochable.
7 Pero, fijándome en Cristo, todas esas ganancias me parecieron pérdidas. 8 Más aún, todo lo tengo al presente por pérdida, en comparación con la gran ventaja de conocer a Cristo Jesús, mi Señor: por su amor acepté perderlo todo y lo considero como basura. Ya no me importa más que ganar a Cristo 9 y encontrarme en él, desprovisto de todo mérito o santidad que fuera mío, por haber cumplido la Ley, sino aquel mérito o santidad que es el premio de la fe y que Dios da por medio de la fe en Cristo Jesús.
10 Quiero conocerlo; quiero probar el poder de su resurrección y tener parte en sus sufrimientos, hasta ser semejante a él en su muerte 11 y alcanzar; Dios lo quiera la resurrección de los muertos.
12 No creo haber conseguido ya la meta ni me considero perfecto, sino que prosigo mi carrera, hasta alcanzar a Cristo Jesús, quien ya me dio alcance. 13 No, hermanos, yo no pretendo haberlo conseguido todavía. Digo solamente esto: olvidando lo que dejé atrás me lanzo hacia adelante, 14 y corro hacia la meta, con miras al premio para el cual Dios nos llamó, desde arriba, en Cristo Jesús.
15 Todos nosotros, si somos de los “perfectos”, tenemos que pensar así; y si ustedes no están de acuerdo sobre algún punto, Dios los iluminará. 16 Mientras tanto, sepamos guardar lo que hemos conquistado.
17 Imítenme todos hermanos, y fíjense en quienes siguen los ejemplos que les doy. 18 Porque muchos viven como enemigos de la cruz de Cristo; se lo he dicho a menudo y ahora se lo repito llorando. 19 La perdición los espera; su Dios es su vientre, y se sienten muy orgullosos de cosas que deberían avergonzarlos. No piensan sino en las cosas de la tierra.
20 Para nosotros, nuestra patria está en el cielo, de donde vendrá el Salvador al que tanto esperamos, Cristo Jesús el señor. 21 Cambiará nuestro cuerpo miserable y lo hará semejante a su propio cuerpo, del que irradia su Gloria, usando esa fuerza con la que puede someter a sí todas las cosas.
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