Esta segunda carta a Timoteo que pablo escribió desde su prisión de Roma, es como su despedida en un momento en que se halla muy solo, abandonado hasta por los creyentes. Presintiendo que se acerca su condenación a muerte, llama a Timoteo.
En ese momento, Pablo demuestra su confianza total en el Señor y trata de comunicar su ánimo a Timoteo.
1 1 Pablo, apóstol de Cristo Jesús, porque así lo quiso Dios, que nos prometió la Vida Eterna en Cristo Jesús,
2 a mi querido hijo Timoteo.
Ten gracia, misericordia y paz de Dios Padre y de Cristo Jesús, nuestro Señor.
Dios no nos dio un espíritu de timidez.
3 Doy gracias al Dios que sirvo con limpia conciencia como mis antepasados, mientras te acuerdo sin cesar, noche y día en mis oraciones. 4 Al acordarme de tus lágrimas, siento un gran deseo de verte y así llenarme de alegría. 5 Recuerdo esa fe sincera que tenía tu abuela Lois y tu madre Eunice, y estoy convencido de que tú también la tienes.
6 Por eso te invito a que reavives el don de Dios que recibiste por la imposición de mis manos.7 Porque Dios no nos dio un espíritu de timidez, sino un espíritu de fortaleza, de amor y de buen juicio. 8 Por eso note avergüences del testimonio que tienes que dar de nuestro Señor, ni de mi al verme preso. Al contrario lucha conmigo por el Evangelio, sostenido por la fuerza de Dios,
9 El nos salvó y nos llamó, nos llamó y nos hace suyos, no como premiando méritos nuestros, sino gratuitamente y por iniciativa propia. Este favor que nos concedió desde a través de Cristo Jesús desde la eternidad, 10 acaba de concretarse con la venida gloria de Cristo Jesús nuestro Salvador, el que, por medio del Evangelio, destruyó la muerte e hizo resplandecer la vida y la inmortalidad.
11 Este es el mensaje del que fui hecho predicador, apóstol y maestro 12 y por él ahora padezco esta nueva prueba. Pero no me avergüenzo, porque sé en quién puse mi confianza, estoy convencido de que es poderoso y que me guardará hasta aquel día lo que deposité en sus manos.
13 Tú toma como regla la santa doctrina que has oído de mí sobre la fe y el amor que nos corresponden en Cristo Jesús. 14 Conserva el precioso depósito con la ayuda del Espíritu Santo que habita en nosotros.
15 Ya sabes que todos los de Asia, y entre ellos Figelo y Hermógenes, me han abandonado 16 Que el Señor bendiga la familia de Onesíforo, porque a menudo vio a confortarme sin avergonzarse de mis cadenas, 17 al contrario, a su llegada a Roma, me buscó hasta encontrarme. 18 El Señor le conceda que alcance misericordia ante el Señor en aquel Día. En cuantos a los servicios que me prestó en Éfeso, los conoces mejor que nadie.
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