* El demonio trata de detener la victoria de Cristo y de convencer a los hombres que, en la práctica, no es Cristo el dueño de la vida. Si desean vivir, tienen que entregar su libertad y su conciencia a otro señor, y ése es el poder político.
Los cristianos de la primera generación vivían en el imperio romano, que, después de dos siglos de conquistas y de acción organizadora, había logrado reunir a pueblos diversos y numerosos. Los hombres se maravillaban de la "paz romana" y de la prosperidad que de ella resultaba. Desconocían el peligro de una sociedad totalitaria; cuando Juan escribía, el emperador Domiciano acababa de imponer a tofos sus súbditos la obligación de honrarlo como a un dios.
En esta situación, los cristianos tenían que hacer una elección tremenda: Al confesar a Cristo, Señor de la vida, enfrentaban persecuciones. Juan señala el deber, permanecer fiel a Cristo y negarse a dar culto al César. Un puñado de cristianos enfrentará victoriosamente el estado totalitario: la Iglesia vencerá por la sangre de los mártires.
Es lo que expresa la presente visión y los dos animales que aparecen representan los dos poderes que unen sus fuerzas al servicio del Monstruo, o sea, del Demonio, contra la Iglesia.
La primera Bestia era semejante a una pantera (v.2). esta representa el poder perseguidor, el del Imperio romano, con imágenes sacadas de Daniel 7,3-7. Viene del mar, o sea, del Occidente, de Roma. La vitalidad y la fuerza del Imperio de roma son como una caricatura de la Resurrección.
Después vi otra bestia, como el Cordero (v.11). Esta sale del continente, es decir, del Este, de Asia. Figura las religiones que competían entonces con el cristianismo. Estas pretendían dar una salvación celestial, pero no condenaban los pecados del mundo romano, especialmente la corrupción de la sociedad.
Habla como el Monstruo. Esta falsificación del Cordero representa a las falsas religiones de todos los tiempos. Hoy surgen grupos religiosos que tienen a Jesús en la boca, pero calla sistemáticamente la injusticia y predican la resignación al mal, olvidando que el más común de nuestros vicios es la cobardía.
Aconsejándoles que hagan una estatua de la Bestia (v.14). Los mismos que enfatizan las condenaciones de la Biblia contra los ídolos se hacen los servidores de nuevos Señores, que toman el mismo lugar de Dios, exigiendo del pueblo una sumisión ciega. Y, predicando en toda ocasión la sumisión religiosa a las autoridades, forman no ciudadanos responsables, sino corderos incapaces de preguntarse a quién sirven, si a Dios o al Demonio.
La táctica del demonio consiste en unir el poder fuerte con una ideología que el cristiano no puede aceptar. Así, ahora, en todos los países que no respetan las exigencias más elementales de la conciencia. El creyente, acosado por los dirigentes y, a la vez, por una opinión pública orientada por las técnicas modernas de propaganda, tiene que enfrentarse con una persecución abierta o disfrazada. Las dificultades económicas dan al poder nuevos medios de presión, porque puede condenar a quien quiere a perder pan y trabajo: no puede ya comprar o vender, conseguir trabajo o estudiar (v.17)
Seiscientos sesenta y seis, en los libros de aquel tiempo era artificio corriente dar un valor numérico a cada letra del alfabeto y se lograba así la "cifra" de tal o cual personaje. Seiscientos sesenta y seis se puede calcular de varias maneras, pero corresponde posiblemente a "Nerón emperador". Y sabemos que seis significa algo imperfecto: él es que trató de ser siete (que representa la perfección) y no lo alcanzó.
Se sabe que algunos polemistas anticatólicos quisieron aplicar a la fuerza esta cifra al Papa, como si el sucesor de Pedro debiera confundirse con el emperador romano que condenaba a muerte a los primeros cristianos. Estas fantasías no tienen que ver con la Biblia. Además, el que sepa calcular el valor numérico de los nombres fácilmente podrá aplicar la cifra de 666 a uno que otro de los actuales jefes de estado, o a cualquiera de sus conocidos, basta con un poco de paciencia.
Así que este dato de 666 debe ser tomando más bien como un juego.
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