4 1 Cuidémonos, pues, mientras se nos ofrece entrar en el Descanso de Dios,¡Qué lástima si alguno de ustedes pareciera quedar atrás!2 Nosotros también recibimos una Buena Nueva, igual que ellos. Pero el mensaje que oyeron no les sirvió de nada, porque no tuvieron fe en esas palabras, 3 y los que han de entrar en el Descanso somos nosotros, los que hemos creído, según ya se dijo: “Por eso me enojé y declaré con juramento: No, no entrarán en mi Descanso”.
Aquí se trata del Descanso de Dios, que descansa después de sus obras en el principio del mundo. 4 En alguna parte la Escritura dice a propósito del día séptimo: Y Dios descansó el séptimo día de todas sus obras. 5 Y en el lugar antes citado: No entrarán en mi descanso
6 Sabemos entonces que algunos entrarán en el descanso y que los que recibieron primero la Buena Nueva no entraron por causa de su desobediencia. 7 Por esta razón Dios fija nuevamente un día que llama Hoy, diciendo por boca de David, después de tan largo tiempo, lo que se recordó más arriba: Ojalá hoy escuchen la voz del Señor; no se hagan duros de corazón.
8 Cuando Josué hizo entrar a los israelitas a Palestina no fue ése el Descanso: de lo contrario Dios no habría indicado posteriormente otro día. 9 Es entonces claro que algún Descanso, algún día séptimo está reservado todavía al pueblo de Dios; 10 el que entre en el Descanso de Dios, descansa de todas sus obras, como Dios descansa de las suyas.
11 Esforcémonos, pues, para entrar en ese Descanso, y nadie conozca la suerte de los desobedientes de que hablamos. 12 En efecto, la Palabra de Dios es viva y eficaz, más penetrante que espada de doble filo. Penetra hasta la raíz del alma y del espíritu, sondeando los huesos y los tuétanos para probar los deseos y los pensamientos más íntimos. 13 Toda criatura es transparente ante ella; todo queda desnudo y al descubierto a los ojos de Aquel al que debemos dar cuentas.
Cristo es nuestro Sumo Sacerdote
14 Tenemos nosotros un Sumo Sacerdote muy superior a los otros, que ha entrado en el mismo cielo: éste es Jesús, el Hijo de Dios. Mantengámonos, pues, firmes en la fe que profesamos. 15 Nuestro Sumo Sacerdote no se queda indiferente ante nuestras debilidades, por haber sido sometido a las mismas pruebas que nosotros, pero que, a él, no lo llevaron al pecado. 16 Por lo tanto, acerquémonos a Dios, dispensador de la gracia; conseguiremos su misericordia y, por su favor, recibiremos ayuda en el momento oportuno.
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