(Mc 2,1 Lc 5,17)
9 1 Jesús subió a la barca y se fue por mar a su ciudad. 2 Allí le llevaron a un paralítico, tendido en una camilla. Al ver a Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: “Hijo, ten confianza. Tus pecados te quedan perdonados.” 3 Entonces algunos de los maestros de la Ley pensaron: “¡Qué manera de burlarse de Dios!” 4 Jesús, que veía sus pensamientos, dijo: “¿Por qué piensan mal? 5 ¿Qué es más fácil decir: Te perdono tus pecados, o: Levántate y anda? 6 Sepan entonces que el Hijo del Hombre tiene poder sobre la tierra para perdonar los pecados.” Y dijo al paralítico: “Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.”
7 Y el paralítico se levantó y se fue a su casa. 8 La gente quedó muy impresionada y reconoció la grandeza de Dios que había dado tanto poder a los hombres.
Jesús llama al Apóstol Mateo
(Mc 2,13 Lc 5,27)
9 Jesús, al irse de ahí, vio a un hombre llamado Mateo, en su puesto de cobrador de impuestos, y le dijo: “Sígueme” Mateo se levantó y lo siguió.
10 Luego, Jesús estuvo en una comida en casa de Mateo. Se presentaron buen número de cobradores de impuestos y otra gente pecadora, y se sentaron a la mesa con Jesús y sus discípulos. 11 Los fariseos, al ver esto, decían a los discípulos: “¿Por qué su Maestro come con publicamnos y pecadores?”
12 Pero Jesús los oyó y dijo: “Los sanos no necesitan médico, sino los enfermos. 13 Aprendan lo que significa esta palabra de Dios: Yo no les pido ofrendas, sino que tengan compasión. Pues no vine a llamar a los hombres perfectos sino a pecadores.”
14 En ese momento se le acercaron algunos discípulos de Juan y le preguntaron: “¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y tus discípulos no ayunan?”
15 Jesús les contestó: “¿Sería bueno que los compañeros del novio anden tristes cuando el novio está con ellos? Vendrán días en que el novio les será quitado, entonces ayunarán.
16 Nadie remienda ropa vieja con un pedazo de género nuevo, porque el pedazo nuevo agrandaría la rotura. 17 Ni nadie echa vino nuevo en vasijas viejas, porque si lo hacen, se rompen las vasijas, el vino se desparrama y las vasijas se pierden. El vino nuevo se echa en vasijas nuevas, y así se conservan el vino y las vasijas.”
Jesús resucita a la hija de un jefe
(Mc 5,21 Lc 8,40)
18 Mientras Jesús hablaba, llegó un jefe de los judíos, se postró delante de Jesús y le dijo: “Mi hija acaba de morir, pero ven a mi casa, impónle la mano y vivirá.”
19 Jesús se levantó y lo siguió en compañía de sus discípulos.
20 Mientras iba, una mujer que padecía desde hacía doce años de una hemorragia, se acercó por detrás y tocó el fleco de su manto. 21 Pues ella pensaba: “Con sólo toca su manto sanaré.” 22 Jesús se dio vuelta y, al verla, le dijo: “Animo, hija; tu fe te ha salvado.” Y la mujer quedó sana en ese mismo momento.
23 Jesús, al llegar a la casa del jefe, encontró a los flautistas que tocaban música fúnebre y toda la gente alborotada. 24 Les dijo: “Váyanse, porque la niña está dormida y no muerta.” Ellos se burlaron de Jesús; 25 sin embargo, cuando los echaron fuera, él entró, tomó a la niña por la mano, y la niña se levantó. 26 Esta noticia corrió por todo el lugar.
27 Dos ciegos siguieron a Jesús cuando se retiraba de ahí. Le gritaban: “¡Hijo de David, ten compasión de nosotros!” 28 Cuando Jesús estuvo en su casa, los ciegos lo fueron a buscar y Jesús les preguntó: “¿Creen que yo puedo sanarlos?” Contestaron: “Sí, Señor.”
29 Entonces Jesús les tocó los ojos, diciendo: “Reciban ustedes lo que han creído. Y vieron. 30 Después les ordenó severamente: “Que nadie lo sepa.” 31 Sin embargo, ellos, en cuanto salieron, lo publicaron por todas partes.
32 Cuando se iban los ciegos, le trajeron un endemoniado mudo. 33 Jesús echó al demonio, y el mudo habló. La gente quedó maravillada, y todos decían: “Nunca se ha visto algo parecido en nuestro país.” 34 En cambio, los fariseos comentaban: “Este echa los demonios con la ayuda del rey de los demonios.”
35 Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos. Enseñaba en las sinagogas, proclamaba la Buena Nueva del reino y sanaba todas las enfermedades y dolencias. 36 Viendo el gentío, se compadeció porque estaban cansados y decaídos, como ovejas sin pastor. 37 Dijo entonces a sus discípulos: “La cosecha es grande, y son pocos los obreros. 38 Por eso rueguen al dueño de la cosecha que mande obreros para hacer su cosecha.”
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