(Mt 8,28 Lc 8,26)
5 1 Y llegaron a la otra orilla del lago, que es la provincia de los gerasenos. 2 Apenas salió de la barca, vino a su encuentro, saliendo de entre los sepulcros, un hombre con un espíritu malo. 3 Este hombre vivía en los sepulcros y nadie podía sujetarlo, ni siquiera con cadenas. 4 Varias veces lo habían amarrado con grillos y cadenas, pero él los hacía pedazos y nadie podía dominarlo. 5 Andaba siempre, día y noche, entre los sepulcros y por los cerros, gritando y lastimándose con piedras.
6 Cuando divisó a Jesús, fue corriendo, se puso de rodillas 7 y gritó muy fuerte: “¿Qué tienes que ver conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te ruego por Dios, que no me atormentes.” 8 Es que Jesús le había dicho: “Espíritu malo, sal de este hombre.” 9 Y como Jesús le preguntó: “¿Cómo te llamas?”, contestó: “Me llamo Multitud, porque somos muchos.” 10 Y rogaban insistentemente a Jesús que no los echara de la región.
11 Había allí una gran manada de cerdos comiendo al pie del cerro. 12 Los espíritus le rogaron: “Mándanos a esta manada y déjanos entrar en los cerdos.” Y Jesús se lo permitió. 13 Entonces los espíritus malos salieron del hombre y entraron en los cerdos. En ese mismo instante dichas manadas se arrojaron al lago desde lo alto del precipicio y allí se ahogaron. 14 Los cuidadores de los cerdos huyeron y contaron el asunto por la ciudad y por el campo. Salió entonces la gente a ver qué era lo que había pasado.
15 Cuando llegaron donde Jesús, vieron al hombre del espíritu malo: el que había tenido la Multitud estaba sentado, vestido y en su sano juicio. Todos se asustaron. 16 Los que habían visto lo sucedido les contaron lo que le había pasado al endemoniado y a los cerdos. 17 Pero ellos comenzaron a pedir a Jesús que se alejara de sus tierras.
18 Jesús se volvió a la barca y, al subir, el hombre que había tenido el espíritu malo pidió a Jesús que lo dejara ir con él. 19 Pero Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: “Vete a tu casa, con los tuyos, y cuéntales lo que el Señor ha hecho contigo y cómo ha tenido compasión de ti.”
20 El hombre se fue. Empezó a proclamar por la región de la Decápolis todo lo que Jesús había hecho con él, y todos quedaban admirados.
Jesús resucita a la hija de Jairo
(Mt 9,18 Lc 8,40)
21 Jesús, pues, atravesó el lago en la barca, pero, en la orilla, otra muchedumbre volvió a juntarse en torno a él.
22 Llegó entonces uno de los dirigentes de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, cuando vio a Jesús, se postró a sus pies. 23 Le rogaba: “Mi hija está agonizando; ven, pon tus manos sobre ella para que sane y viva.”
24 Jesús se fue con Jairo en medio de un gentío que lo apretaba. 25 Se encontraba allí una mujer que padecía desde hacia doce años de un derrame de sangre. 26 Había sufrido mucho en manos de varios médicos y gastado en ello todo lo que tenía sin ningún resultado. Al contrario, cada vez estaba peor. 27 Como había oído lo que se decía de Jesús, se acercó por detrás, en medio de la gente, y le tocó el manto. 28 La mujer pensaba: “Si logro tocar aunque sea su ropa, sanará.”
29 Al momento cesó su hemorragia y sintió en su cuerpo que estaba sana. 30 Pero también Jesús se dio cuenta del pode que había salido de él y, dándose vuelta, preguntó: “¿Quién me tocó el manto?” 31 Sus discípulos le contestaron: “Cuando ves a esa gente que te aprieta, ¿cómo puedes preguntar quién te tocó?” 32 Pero él seguía mirando a su alrededor para ver quién era aquella que lo tocó. 33 Entonces la mujer, que sabía muy bien lo ocurrido, asustada y temblando, se postró antes él y le contó toda la verdad.
34 Jesús le dijo: “Hija, tu fe te ha salvado, vete en paz y queda sana de tu enfermedad.”
35 Jesús estaba todavía hablando, cuando se acercaron algunos de la casa del dirigente de la sinagoga, diciendo: “Tu hija ya murió, ¿para qué molestas ahora al Maestro?” 36 Jesús se hizo el desentendido y dijo al dirigente: “No tengas miedo, solamente ten fe.” 37 Pero no dejó que lo acompañaran más que Pedro, Santiago y Juan, hermano de Santiago.
38 Cuando llegaron a la casa del dirigente, había gran bulla: unos gritaban, otros lloraban. 39 Jesús dijo: “¿Por qué esta bulla?, la niña no ha muerto sino que duerme.”
40 Ellos se burlaron de él. Pero Jesús los hizo salir a todos y llegó donde estaba la niña, acompañado por el padre, la madre y los que venían con él. 41 Tomando la mano de la niña, le dijo: “Talitá kum”, que quiere decir: “Niña, a ti te lo digo, levántate.”
42 Y ella se levantó al instante y empezó a corretear, pues tenía unos doce años. Había que ver el estupor que esto produjo. 43 Pero Jesús les ordenó severamente que no lo contaran a nadie, y además mandó que dieran de comer a la niña.
No hay comentarios:
Publicar un comentario