(Mc 8,11 Lc 11,16, 12,54)
16 1 Los fariseos y los saduceos se acercaron a Jesús y, para ponerlo en apuros, le pidieron una señal milagrosa que viniera del Cielo.
2 Jesús respondió: “Al atardecer ustedes dicen: Habrá buen tiempo porque el cielo está rojo y encendido. 3 Y por la mañana: Hoy tendremos mal tiempo porque el cielo está rojizo hacia el este. Saben, pues, interpretar los aspectos del cielo, ¿y no saben interpretar las señales de los tiempos? 4 ¡Generación mala y adúltera! Piden una señal, pero señal no tendrán, sino la de Jonás.”
Los dejó y se fue.
5 Los discípulos, al pasar a la otra orilla, habían olvidado llevar pan. 6 Jesús les dijo: “Tengan cuidado y desconfíen de la levadura de los fariseos y de los saduceos.” 7 Y los discípulos se pusieron a comentar entre ellos: “Nos dice eso porque no trajimos pan.”
8 Jesús, al darse cuenta, les dijo: “Hombres de poca fe, ¿por qué se preocupan de que no tienen pan? 9 ¿No comprenden todavía? ¿No recuerdan los cinco panes para los cinco mil hombres, y cuántas canastadas recogieron? 10 ¿Ni los siete panes para los cuatro mil hombres, y cuántos cestos llenaron de sobras?
11 ¿Cómo no entienden que no hablo de panes cuando les digo: Cuidado con la levadura de los fariseos y de los saduceos?”
12 En esos momentos comprendieron que no les hablaba de la levadura para el pan, sino de las enseñanzas de los fariseos y saduceos.
La fe de Pedro y las promesas de Jesús
(Mc 8,27 Lc 9,18 Jn 6,69)
13 Al llegar Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos: “¿Quién dice la gente que soy yo, el Hijo del Hombre?” 14 Ellos dijeron: “Unos dicen que eres Juan Bautista; otros dicen que Elías; otros, que Jeremías o alguno de los profetas.” 15 Jesús les preguntó: “¿Y ustedes, quién dicen que soy yo?” 16 Simón contestó: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo.” 17 Jesús le respondió: “Feliz eres, Simón Bar-jona, porque no te lo enseñó la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los Cielos.”
18 Y ahora, yo te digo: Tú eres Pedro, o sea Piedra, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y las fuerzas del Infierno no la podrán vencer.
19 Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos: todo lo que ates en la tierra será atado en el Cielo, y lo que desates en la tierra será desatado en los Cielos.”
20 En seguida, Jesús ordenó a los discípulos que no le dijeran a nadie que él era el Cristo.
Jesús anuncia su Pasión
(Mc 8,31 Lc 8,22; 12,9; 14,27)
21 A partir de ese día, Jesucristo comenzó a explicar a sus discípulos que debía ir a Jerusalén y que las autoridades judías, los sumos sacerdotes y los maestros de la Ley lo iban a hacer sufrir mucho. Les dijo también que iba a ser condenado a muerte y que resucitaría al tercer día.
22 Pedro lo llevó aparte y se puso a reprenderlo, diciéndole: “¡Dios te libre, Señor! No, no pueden sucederte esas cosas.” 23 Pero Jesús se volvió y le dijo: “¡Detrás de mí, Satanás! Tú me harías tropezar. No piensas como Dios, sino como los hombres.”
24 Entonces dijo Jesús a sus discípulos: “El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y que me siga. 25 Pues el que quiera asegurar su vida la perderá, pero el que pierda su vida por mí, la hallará. 26 ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si se pierde a sí mismo? Pues, ¿de dónde sacará con qué rescatar su propia persona?
27 Sepan que el Hijo del Hombre vendrá con la Gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles; entonces recompensará a cada uno según su conducta. 28 En verdad les digo que algunos de ustedes no morirán sin antes haber visto al Hijo del Hombre viniendo como rey.”
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