(Mt 13,53, Lc 4,16)
6 1 Al irse Jesús de allí, volvió a su tierra, acompañado de sus discípulos. 2 Cuando llegó el sábado, se puso a enseñar en la sinagoga y mucha gente lo escuchó con asombro. Se preguntaban: “¿De dónde le viene todo esto? ¿Qué pensar de este don de sabiduría? ¿Y cómo explicar este poder milagroso que tiene en sus manos? 3 ¿No es éste el carpintero, el hijo de María y el hermano de Santiago, José, Judas y Simón? Y sus hermanas, ¿no viven aquí entre nosotros?” Y no creían en él, todo lo contrario, 4 Jesús les dijo: “A un profeta sólo lo desprecian en su tierra, en su parentela y en su familia.” 5 Y no pudo hacer allí ningún milagro. A lo más, sanó unos pocos enfermos, con una imposición de las manos; 6 pero se admiraba al verlos tan ajenos a la fe.
Jesús envía a los Doce
(Mt 10,1 Lc 9,1; 10,1)
7 Jesús iba predicando por todos los pueblos de esta región. Reunió a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus malos. 8 Les ordenó que no llevaran nada para el camino fuera de un bastón: ni pan, ni morral, ni dinero, 9 que fueran con calzado corriente y con un solo manto.
10 Y les decía: “Quédense en la primera casa en que les den alojamiento, hasta que se vayan de ese pueblo. 11 Si en algún lugar no los reciben y no los escuchan dejen a esa gente y sacudan el polvo de sus pies como protesta contra ellos.”
12 Fueron a predicar, invitando a la conversión. 13 Echaban a muchos espíritus malos, y sanaban a numerosos enfermos con una unción de aceite.
La muerte de Juan Bautista
(Mt 14,1 Lc 9,7; 3,19)
14 El rey Herodes oyó también hablar de Jesús, ya que su nombre se había hecho famoso. Algunos decían que Juan Bautista había resucitado de entre los muertos y que por eso tenía poderes milagrosos. 15 Otros decían que era Elías, y otros que Jesús era un profeta como los antiguos profetas. 16 Herodes, por su parte, pensaba: “Ha resucitado, Juan, al que mandé cortar la cabeza.”
17 esto es lo que había sucedido: Herodes había mandado tomar preso a Juan y lo tenía encadenado en la cárcel por causa de Herodías, esposa de su hermano Filipo. Herodes se había casado con ella y Juan le decía: 18 “No te está permitido tener la mujer de tu hermano.” 19 Herodías lo odiaba y quería matarlo, pero no podía 20 porque Herodes sentía respeto por Juan; lo consideraba un hombre justo y santo, y lo protegía. Cuando Juan le hablaba, no sabía qué hacer, pero lo escuchaba con gusto.
21 Se presentó la oportunidad cuando Herodes, el día de su cumpleaños, dio un banquete a sus nobles, a sus oficiales y a los personajes principales de Galilea. 22 Durante el banquete danzó la hija de Herodías y gustó mucho a Herodes y a sus invitados. Entonces el rey dijo a la muchacha: “Pídeme lo que quieras y te lo daré.” 23 Y le prometió con juramento: “Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino.” 24 Ella fue a preguntar a su madre: “¿Qué pido?” Esta respondió: “La cabeza de Juan Bautista.” 25 Inmediatamente corrió a donde el rey y le dijo: “Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan Bautista.”
26 El rey se entristeció, pero no quiso negárselo, porque lo había jurado en presencia de los invitados. 27 Al instante ordenó a un verdugo que le trajera la cabeza de Juan. Este fue a la cárcel y le cortó la cabeza. 28 Luego, trayéndola en una bandeja, se la entregó a la muchacha y ésta se la pasó a su madre. 29 Cuando los discípulos de Juan informaron de lo ocurrido, fueron a recoger el cuerpo y lo enterraron en un sepulcro.
Jesús, pastor y profeta
30 Al volver los apóstoles donde estaba Jesús, le contaron todo lo que habían hecho y lo que habían enseñado. 31 Entonces él les dijo: “Vamos aparte a un lugar tranquilo para descansar un poco.” Porque eran tantos los que iban y venían que no les quedaba tiempo ni para comer. 32 Y se fueron solos en un abarca a un lugar despoblado.
33 Pero muchos, al verlos partir, adivinaron hacia dónde iban. Y salieron por tierra de todos los pueblos, con tanta prisa que llegaron antes que ellos.
34 Al bajar Jesús de la barca, vio todo ese pueblo y sintió compasión de ellos, pues eran como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles largamente.
La primera multiplicación de los panes
(Mt 14,13 Lc 9,10 Jn 6,1)
35 Cuando ya era muy tarde, se le acercaron sus discípulos y le dijeron: “El lugar es despoblado y se hace tarde. 36 Despídelos para que se vayan a las aldeas y a los pueblos más cercanos y compren algo de comer.”
37 El les contestó: “Denles ustedes de comer.” Entonces dijeron: “¿Tendremos que ir nosotros a comprar doscientos denarios de pan para darles de comer?” 38 Jesús les preguntó: “Ustedes tienen panes. ¿Cuántos? Vayan a ver.” Una vez averiguado, le dijeron: “Son cinco panes, y además hay dos pescados.”
39 Entonces, ordenó que los hicieran sentarse en grupos sobre el pasto. 40 Y se acomodaron todos en grupos de a cien y de a cincuenta. 41 Y él tomó los cinco panes y los dos pescados y, levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y los iba dando a los discípulos para que se los distribuyeran. Asimismo, repartió los dos pescados entre todos.
42 Comieron todos hasta saciarse, 43 y se recogieron doce canastos llenos de pedazos de pan y las sobras de los peces. 44 Los que habían comido los panes eran cinco mil hombres.
Jesús camina sobre las aguas
(Mt 14,22 Jn 6,16)
45 Inmediatamente Jesús obligó a sus discípulos a que subieran a la barca y lo fueran a esperar en Betsaida a la otra orilla, mientras él despachaba a la gente. 46 Y, después de despedirlos, se fue al cerro a orar.
47 Al anochecer, estaba la barca en medio del mar, y él solo en tierra. 48 Jesús vio que se cansaban remando, pues el viento les era contrario, y, al amanecer, fue hacia ellos, caminando sobre el mar, como si quisiera pasarlos de largo. 49 Ellos, viéndolo caminar sobre el mar, creyeron que era un fantasma y se pusieron a gritar, 50 pues todos lo habían visto y estaban asustados. Pero él, inmediatamente, les habló: ¡”Animo, no tengan miedo, soy yo.”
51 Jesús subió a la barca con ellos y se calmó el viento, con lo cual quedaron muy asombrados. 52 Pues ellos no habían entendido lo de los panes: su mente quedaba totalmente cerrada.
53 Luego, atravesando el lago, llegaron a Genesaret, donde amarraron la barca. 54 Apenas se bajaron, la gente lo reconoció y fue a decirlo por toda aquella región. 55 Y comenzaron a traer a los enfermos en camilla adonde oían que él estaba. 56 Y dondequiera que él entraba, pueblos, ciudades o campos, ponían a los enfermos en las plazas y le pedían les dejara tocar siquiera el fleco de su manto; y todos los que lo tocaban quedaban sanos.
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