(Mt 19,1; 5,31 Lc 16,18)
10 1 Una vez que partió de allí, se fue a los límites de Judea, al otro lado del Jordán. Nuevamente las muchedumbres se pusieron en camino para ir a donde él, y él volvió a enseñarles de la manera como solía hacerlo. 2 En eso unos fariseos vinieron a él con ánimo de probarlo y le preguntaron: “¿Puede el marido despedir a su esposa? 3 El les respondió: “¿Qué les ha ordenado Moisés?” 4 Ellos contestaron: “Moisés ha permitido firmar el acta de separación y después divorciarse.”
5 Jesús les dijo: “Moisés escribió esta ley porque ustedes son duros de corazón. 6 Pero la Biblia dice que al principio, al crearlos, Dios los hizo hombre y mujer. 7 Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre para unirse con su esposa 8 y serán los dos uno solo. De manera que ya no son dos, sino uno solo. 9 Pues bien, lo que Dios unió, que no lo separe el hombre.” 10 Y, cuando estaban en casa, los discípulos le volvieron a preguntar lo mismo, 11 y él les dijo: El que se separa de su esposa y se cas con otra, comete adulterio contra la primera; 12 y si ésta deja a su marido y se casa con otro, también comete adulterio.”
Dejen que los niños vengan a mí
(Mt 19,13 Lc 18)
13 Algunas personas presentaron sus niños a Jesús para que él los tocara; y los discípulos reprendieron a esa gente.
14 Jesús, al ver esto, se indignó y les dijo: “Dejen que los niños vengan a mí. ¿Por qué se lo impiden? El Reino de Dios es para los que se parecen a los niños, 15 y les aseguro que quien no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en él.” 16 Jesús los abrazaba y luego ponía sus manos sobre ellos para bendecirlos.
Jesús y el hombre rico
(Mt 19,16 Lc 18,18)
17 Jesús estaba a punto de partir, cuando uno corrió a su encuentro, se arrodilló delante de él y le preguntó: “Maestro bueno, ¿qué tengo que hacer para conseguir la vida eterna? 18 Jesús le respondió: “¿Por qué me llamas bueno? Uno solo es bueno, y ése es Dios. 19 Ya conoces los mandamientos. No mates, no cometas adulterio, no robes, ni digas cosas falsas de tu hermano, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre.” 20 El otro contestó: “Maestro, todo esto lo he practicado desde muy joven.”
21 Jesús lo miró, sintió cariño por él y le dijo: “Sólo te falta una cosa: anda, vende todo lo que tienes, dalo a los pobres y así tendrás un tesoro en el Cielo. Después, ven y sígueme.”
22 Cuando el otro oyó estas palabras, se sintió golpeado, porque tenía muchos bienes, y se fue triste.
Más fácilmente pasará un camello…
23 Entonces Jesús, mirando alrededor de él, dijo a sus discípulos: “¡Qué difícilmente entrarán en el Reino de Dios los que tienen las riquezas. 24 Los discípulos se sorprendieron al oír estas palabras. Pero Jesús insistió: “Hijos míos, ¡qué difícil es entrar en el Reino de Dios! 25 Es más fácil par aun camello pasar por el ojo dela aguja, que para un rico entrar en el Reino de Dios.”
26 Ellos se asombraron más todavía y comentaban: “Entonces, ¿quién puede salvarse?” 27 Jesús los miró fijamente y les dijo: “Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para Dios todo es posible.”
La recompensa para los que siguen a Jesús
(Mt 19,27 Lc 18,28)
28 Entonces Pedro le dijo: “Nosotros lo hemos dejado todo para seguirte.” 29 Y Jesús le aseguró: “Ninguno que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o campos por amor a mí y la Buena Nueva quedará sin recompensa. 30 Pues recibirá cien veces más en la presente vida en casas, hermanos, hermanas, hijos y campos; esto, no obstante las persecuciones. Y en el mundo venidero recibirá la vida eterna. 31 Entonces muchos que ahora son los primeros serán los últimos y los que son ahora últimos serán primeros.”
Por tercera vez Jesús anuncia su Pasión
(Mt 20,17 Lc 18,31)
32 Seguían el camino que sube a Jerusalén y Jesús iba delante de ellos. Los Doce no sabían qué pensar y, detrás de ellos, todos tenían miedo. El, reuniendo otra vez a los Doce, les anunció lo que iba a pasar: 33 “Fíjense que subimos a Jerusalén y el Hijo del Hombre será entregado a los jefes de los sacerdotes y a los maestros de la Ley. Lo condenarán a muerte y lo entregarán a los extranjeros, 34 que se burlarán de él, lo escupirán, lo azotarán y lo matarán, y a los tres días resucitará.”
Santiago y Juan piden los primeros puestos
(Mt 20,20 Lc 22,24)
35 Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: “Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir.” 36 El les dijo: ¿Qué quieren de mí?” 37 Ellos respondieron: “Concédenos que nos sentemos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda cuando estés en tu gloria.” 38 Jesús les dijo: “No saben lo que piden. ¿Pueden beber la copa que estoy bebiendo o bautizarse como me estoy bautizando?” 39 Ellos contestaron: “Sí, podemos.” Jesús les dijo: “Pues bien, la copa que bebo, también la beberán ustedes, y serán bautizados con el mismo bautismo que estoy recibiendo; 40 pero no depende de mí que se sienten a mi derecha o a mi izquierda. Esto ha sido reservado para otros.”
41 Cuando los otros diez oyeron esto, se enojaron con Santiago y Juan, 42 Jesús los llamó y les dijo: “Como ustedes saben los que se consideran jefe de las naciones las gobiernan como si fueran sus dueños, y los que tienen algún puesto hacen sentir su poder. 43 Pero no será así entre ustedes.
Al contrario, el que quiera ser el más importante entre ustedes, que se haga el servidor de todos; 44 y el que quiera ser el primero, que se haga siervo de todos. 45 Así como el Hijo del Hombre no vino para que lo sirvieran, sino para servir y dar su vida como rescate de una muchedumbre.”
El ciego de Jericó
(Mt 20,20 Lc 18,35)
46 Llegaron a Jericó. Y, al salir Jesús de allí, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud, el hijo de Timeo (Bartimeo), un limosnero ciego, estaba sentado a la orilla del camino. 47 Cuando supo que era Jesús de Nazaret, se puso a gritar: “¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí.” 48 Varias personas trataron de hacerlo callar. Pero él gritaba mucho más: “Hijo de David, ten compasión de mí!”.
49 Jesús se detuvo y dijo: “Llámenlo.” Llamaron, pues, al ciego, diciéndole: “¡Párate, hombre!, te está llamando.” 50 Y él, arrojando su manto, de un salto se puso de pie y llegó hasta Jesús.
51 Jesús le preguntó: “¿Qué quieres que te haga?” El ciego respondió: “Maestro que yo vea.” Entonces, Jesús le dijo: “Puedes irte, tu fe te ha salvado.”
Y al instante vio, y se puso a caminar con Jesús.
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