(Mt 15,32)
8 1 En esos días, estuvo otra vez con muchísima gente, y sin nada que comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: 2 “Me da pena este pueblo, porque hace tres días que se quedan conmigo y ahora no tienen qué comer. 3 Si los mando en ayunas a sus casas, desfallecerán por el camino, pues algunos han venido de lejos.”
4 Sus discípulos le contestaron: “¿De dónde podríamos sacar en esta soledad, el pan que necesitan?” 5 El les preguntó: “¿Cuántos panes tienen?” Ellos respondieron: “Siete.”
6 Entonces, él mandó a la gente que se sentara en el suelo y, tomando los siete panes, dio gracias, los partió y empezó a darlos a sus discípulos para que los repartieran, y ellos se los sirvieron a la gente. 7 Tenían además unos pescaditos; Jesús pronunció la bendición y mandó que también los repartieran.
8 Todos comieron hasta saciarse, y de los pedazos que sobraron recogieron siete cestos. 9 Unas cuatro mil personas habían comido. Luego Jesús los despidió. 10 En seguida subió a la barca con sus discípulos y se fue a la tierra de Dalmanutá.
¿Por qué esta gente pide una señal?
(Mt 16,1 Lc 12,54)
11 Vinieron los fariseos y empezaron a discutir con Jesús. Y, para ponerlo en apuros, le pidieron una señal que viniera del Cielo. 12 Jesús suspiró profundamente y exclamó: “¿Por qué esta gente pide una señal? Yo les aseguro: A esta gente no se le dará ninguna señal.” 13 Y dejándolos subió a la barca y se fue al otro lado del lago.
14 Se habían olvidado de llevar panes y sólo tenían un pan en la barca. 15 En cierto momento Jesús les dijo: “Abran los ojos y tengan cuidado de la levadura de los fariseos como de la de Herodes.” 16 Entonces ellos se pusieron a decir entre sí: “Será porque no tenemos pan.”
17 Dándose cuenta Jesús les dijo: “¿Por qué están hablando que no tienen pan? ¿Todavía no entienden ni se dan cuenta? ¿Tienen la mente cerrada? 18 ¿Teniendo ojos no ven, y teniendo oídos no oyen? ¿No recuerdan 19 cuando repartí cinco panes entre cinco mil personas? ¿Cuántos canastos llenos de pedazos recogieron?” “Doce”, contestaron ellos. 20 “Y cuando repartí los siete panes entre cuatro mil ¿cuántos cestos llenos de sobras recogieron?” “Siete”, contestaron. 21 Y Jesús les dijo: “Todavía no entienden?”
El ciego de Betsaida
22 Cuando llegaron a Betsaida, le trajeron a un ciego y le pidieron que lo tocara. 23 Jesús tomó al ciego de la mano y lo sacó fuera del pueblo. Después de mojarle los ojos con saliva, le impuso las manos y le preguntó: “¿Ves algo?” 24 El ciego, que empezaba a ver, dijo: Veo a los hombres, pero como si fueran árboles que caminan.” 25 Jesús le puso nuevamente las manos en los ojos y empezó a ver perfectamente; el hombre quedó sano ya que de lejos veía claramente todas las cosas.
26 Y Jesús lo mandó a su casa, diciéndole: “Ni siquiera entres al pueblo.”
Pedro proclama su fe
(Mt 16,13 Lc 9,18 Jn 6,69)
27 Salió Jesús con sus discípulos hacia los pueblos de Cesarea de Filipo, y por el camino les preguntó: “¿Quién dicen los hombres que soy yo?” 28 Ellos contestaron: “Algunos dicen que eres Juan Bautista; otros, que Elías; otros, que eres alguno de los profetas.”
29 El, entonces, les preguntó: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” Pedro le contestó: “Tú eres el Cristo.” 30 Pero Jesús les dijo con firmeza: “No se lo digan a nadie.”
31 Luego comenzó a enseñarles que el Hijo del Hombre debía sufrir mucho y ser rechazado por los notables, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la Ley; que iba a ser condenado a muerte y que resucitaría después de tres días. 32 Hablaba con mucha claridad. 33 Debido a eso, Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo. En cierto momento Jesús se dio vuelta y vio a sus discípulos. Entonces reprendió a Pedro con estas palabras: “¡Detrás de mí, Satanás! Tú no piensas como Dios, sino como los hombres.”
El que quiera seguirme, tome su cruz
(Mt 16,24 Lc 9,23)
34 Luego llamó no solamente a sus discípulos, sino que a toda la gente, y les dijo: “Si alguno quiere seguirme, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y sígame. 35 Pues quien quiera asegurar su vida la perderá; y quien sacrifique su vida por mí y por el Evangelio, se salvará.
36 ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si se pierde a sí mismo? 37 Pues, ¿de dónde sacará con qué rescatarse a sí mismo? 38 Sepan que si alguno se avergüenza de mí y de mis palabras en medio de esta gente adúltera y pecadora, también el Hijo de Hombre se avergonzará de él cuando venga con la Gloria de su Padre, rodeado de sus santos ángeles.”
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