3 Por entonces, los jefes de los sacerdotes y las autoridades judías se reunieron en el palacio del Sumo Sacerdote, que se llamaba Caifás, 4 y se pusieron de acuerdo para detener con astucia a Jesús y darle muerte. 5 Pero se decían: “Durante la fiesta no, para que el pueblo no se alborote.”
La cena en Betania
(Jn 12 Mc 14,9)
6 Jesús se encontraba en Betania, sentado a la mesa, en casa de Simón el leproso, 7 Se le acercó una mujer con un frasco como de mármol lleno de un perfume muy caro, y se lo derramó en la cabeza. 8 Al ver esto, los discípulos se enojaron y dijeron: “¿Con qué fin tanto derroche? 9 Este perfume se habría podido vender muy caro para ayudar a los pobres.”
10 Jesús se dio cuenta y les dijo: “¿Por qué molestan a esta mujer? Lo que hizo conmigo es realmente una buena obra. 11 Porque siempre tienen pobres con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre. 12 Y ella, al derramar ese perfume sobre mi cuerpo, lo ha hecho como un preparativo para mi entierro. 13 En verdad les digo que donde quiera que se proclame la Buena Nueva, en todo el mundo, se dirá también en su honor lo que acaba de hacer.”
14 Entonces uno de los Doce, que se llamaba Judas Iscariote, fue donde los jefes de los sacerdotes 15 y les dijo: “¿Cuánto me darán para que se lo entregue?” 16 Ellos le aseguraron treinta monedas de plata y, desde ese instante, comenzó a buscar una ocasión para entregárselo.
La Última Cena
(Mc 14,12 Lc 22,7 Jn 13,1)
17 El primer día de la Fiesta en que se comía pan sin levadura, los discípulos se acercaron a Jesús y le dijeron: “¿Dónde quieres que te preparemos la cena pascual?” 18 Jesús contestó: “Vayan a la ciudad, a casa de Fulano, y díganle: El Maestro te manda decir: Mi hora se acerca; en tu casa voy a celebrar la Pascua con mis discípulos.” 19 Los discípulos hicieron al como Jesús les había ordenado y prepararon la Pascua.
20 Llegada la tarde, se sentó a la mesa con los Doce. 21 Y, mientras comían, Jesús les dijo: “ Les aseguro que uno de ustedes me va a entregar.” 22 Muy tristes, uno por uno comenzaron a preguntarle : “¿Seré yo, Señor?” 23 El contestó: “El que ha metido la mano conmigo en el plato, ése es el que me entregará. 24 EL Hijo del Hombre se va, como dicen las Escrituras, pero pobre de aquel que entrega al Hijo del Hombre! ¡Sería mejor para él no haber nacido” 25 Judas, el que lo iba a entregar, le preguntó también: “¿Seré acaso yo, Maestro?” Jesús respondió: “Tú lo has dicho.”
26 Mientras comían, Jesús tomó pan y, después de pronunciar la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: “Tomen y coman; esto es mi cuerpo.” 27 Después, tomando una copa de vino y dando gracias, se la dio, diciendo: “Beban todos, 28 porque ésta es mi sangre, la sangre de la Alianza, que es derramada por una muchedumbre, para el perdón de sus pecados. 29 Y les digo que no volveré a beber de este producto de la uva hasta el día en que beba con ustedes vino nuevo en el Reino de mi Padre.”
30 Después de cantar los salmos, partieron para el cerro de los Olivos. 31 Entonces Jesús les dijo: “Todos ustedes caerán esta noche: ya no sabrán que pensar de mí. Pues dice la Escritura: Heriré al Pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño. 32 Pero, después de mi resurrección, iré delante de ustedes a Galilea.”
33 Pedro empezó a decirle: “Aunque todos tropiecen y caigan, yo nunca vacilaré.” 34 Jesús le replicó: “Yo te aseguro que esta misma noche, antes del canto de los gallos, me habrás negado tres veces.” 35 Pedro le dijo: “Aunque tenga que morir, no renegaré de ti”, y todos los discípulos decían lo mismo.
En el huerto de Getsemaní
(Mc 14,26 Lc 22,39)
36 Llegó Jesús con ellos a una propiedad llamada Getsemaní. Dijo a sus discípulos: “Siéntense aquí, mientras yo voy allá a orar.”
37 Llevó consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo y comenzó a sentir tristeza y angustia. 38 Y les dijo: “Siento una tristeza de muerte; quédense aquí conmigo y permanezcan despiertos.”
39 Fue un poco más lejos y, tirándose en el suelo hasta toca la tierra con su cara hizo esta oración: “Padre, si es posible, aleja de mí esta copa. Sin embargo, que se cumpla no lo que yo quiero, sin lo que quieres tú.” 40 Volvió donde sus discípulos y los halló dormidos, y dijo a Pedro: “¿De modo que no pudieron permanecer despiertos conmigo ni una hora? 41 Estén despiertos y orando, para que no caigan en tentación: el espíritu es animoso, pero la carne es débil.”
42 De nuevo se apartó por segunda vez a orar y dijo: “Padre si esta copa no puede ser apartada de mí sin que yo la beba, que se haga tu voluntad.” 43 Volvió nuevamente y los encontró dormidos, porque se les cerraban los ojos de sueño. 44 Los dejó y fue de nuevo a orar por tercera vez, repitiendo las mismas palabras.
45 Entonces volvió donde los discípulos y les dijo: “¡Ahora pueden dormir y descansar! Ya llegó la Hora, y el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores. 46 Levántense. Vamos, ya está muy cerca el que me va a entregar.”
Toman preso a Jesús
47 Estaba todavía hablando cuando llegó Judas, uno de los Doce, y con él un buen grupo armado de espadas y de palos, enviados por los jefes de los sacerdotes y por las autoridades judías. 48 Pues bien, el traidor les había dado esta señal: “Al que yo dé un beso, ése es, arréstenlo.” 49 Y en seguida se acercó a Jesús y le dijo: “Buenas noches, Maestro”, y lo besó. 50 Pero Jesús le dijo: “Amigo, haz lo que vienes hacer.” Entonces se acercaron, detuvieron a Jesús y se lo llevaron.
51 Uno de los que estaban con Jesús sacó la espada e hirió al sirviente del Sumo Sacerdote, cortándole una oreja. 52 Entonces Jesús le dijo: “Vuelve la espada a su sitio, pues quien usa la espada, perecerá por la espada. 53 ¿No crees que puedo llamar a mi Padre, y él al momento me mandaría más de doce ejércitos de ángeles? 54 Pero entonces no se cumplirían las Escrituras, porque así había de ser.”
55 En ese momento, Jesús dijo al tropel de la gente: “¿Por qué salieron a arrestarme con espadas y palos, como a un ladrón? Si yo me sentaba diariamente entre ustedes en el Templo para enseñar, y no me detuvieron. 56 Pero todo esto ha pasado para que se cumplieran las escrituras proféticas.” Entonces todos los discípulos lo abandonaron y huyeron.
Jesús comparece ante el Consejo judío
(Mc 14,53 Lc 22,54)
57 Los que tomaron preso a Jesús lo llevaron a casa del Sumo Sacerdote Caifás. Ahí se hallaban reunidos los maestros de la Ley y las autoridades judías.
58 Pedro lo iba siguiendo de lejos, hasta llegar al palacio del Sumo Sacerdote. Entro al patio y se sentó con los sirvientes para saber el final.
59 Los jefes de los sacerdotes y el Consejo Supremo andaban buscando alguna declaración falsa en contra de Jesús para condenarlo a muerte, 60 y aunque se presentaron muchos testigos falsos, no la hallaban.
61 Por último, llegaron dos que declararon: “Este hombre dijo: Yo puedo destruir el Templo de Dios y reconstruirlo en tres días.”
62 Con esto, poniéndose de pie el Sumo Sacerdote, preguntó a Jesús: “¿No tienes nada que responder? ¿Qué es esto que declaran en contra tuya?” 63 Pero Jesús se quedó callado.
Entonces el Sumo Sacerdote le dijo: “En nombre de Dios vivo, le mando que nos contestes: ¿Eres tú el Cristo, el Hijo de Dios?” 64 Jesús le respondió: “Así es, tal como acabas de decir: yo les anuncio además que a partir de hoy ustedes verán al Hijo del Hombre sentado ala derecha del Dios Poderoso y viniendo sobre las nubes.” 65 Entonces, el Sumo Sacerdote rasgó sus ropas, diciendo: “Ha blasfemado; ¿para qué necesitamos más testigos? Ustedes mismos acaban de oír estas palabras escandalosas. 66 ¿Qué les parece?” Ellos contestaron: “Merece la muerte.” 67 Luego comenzaron a escupirle la cara y a darle bofetadas, 68 diciéndole: “Cristo, adivina quién te pegó.”
La negación de Pedro
(Mc 14,66 Lc 22,56)
69 Mientras tanto, Pedro estaba sentado afuera, en el patio, y acercándose una muchachita de la casa le dijo: “Tú también seguías a Jesús de Galilea.” 70 Pero él lo negó delante de todos, diciendo: “No entiendo lo que dices.”
71 Y como Pedro se dirigiera hacia la salida, lo vio otra sirvienta, que dijo a los presentes: “Este estaba con Jesús de Nazaret.” 72 Pedro negó por segunda vez, jurando: “No conozco a ese hombre.”
73 Poco después se le acercaron los que estaban ahí y le dijeron: “No puedes negar que eres uno de los galileos: se nota en tu modo de hablar.” 74 Entonces Pedro se puso a maldecir y a jurar que no conocía a ese hombre. Y al momento cantó el gallo.
75 Y recordó Pedro las palabras que Jesús le había dicho: “Antes del canto del gallo me negarás tres veces”, y saliendo afuera lloró amargamente.
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