(Mt 15,10 Lc 6,39)
7 1 Un día se acercaron a Jesús los fariseos, y con ellos estaban unos maestros de la Ley, que habían llegado de Jerusalén.
2 Esta gente se fijó que algunos de los discípulos de Jesús comían los panes con las manos impuras, es decir, sin lavárselas. 3 De hecho, los fariseos (y todos los judíos), aferrados a la tradición de los mayores, no comen sin haberse lavado cuidadosamente las manos. 4 Y tampoco comen al volver del mercado sin lavarse antes. Y son muchas las costumbres que ellos se transmiten, como la de lavar los vasos, los jarros y las bandejas. 5 Por eso, los fariseos y maestros de la Ley le preguntaron: “¿Por qué tus discípulos no respetan la tradición de los ancianos, sino que comen con las manos impuras?”
6 Jesús les contestó: “¡Qué bien salvan las apariencias! Con justa razón hablaba de ustedes el profeta Isaías cuando escribía: Este pueblo me honra con sus labios, pero su corazón está lejos de mí. 7 El culto que me rinden de nada sirve: sus enseñanzas no son más que mandatos de hombres.
8 Ustedes incluso dispensan del mandamiento de Dios para mantener la tradición de los hombres.”
9 Y Jesús hizo este comentario: “Ustedes dejan tranquilamente a un lado el mandato de Dios para imponer su propia tradición. 10 Así, por ejemplo, Moisés dijo: Atiende a tu padre y a tu madre, y también: El que maldiga a su padre o a su madre, morirá. 11 Ustedes, al contrario, afirman que un hombre puede decirle a su padre o a su madre: “No puedo ayudarte, porque todo lo mío lo tengo destinado al Templo.” 12 En este caso, según ustedes, esta persona ya no tiene que ayudar a sus padres. 13 Así, pues, ustedes anulan la Palabra de Dios con la tradición que se han ido transmitiendo, y hacen muchas otras cosas parecidas a éstas.”
14 Entonces Jesús volvió a llamar al pueblo y les dijo: “Escúchenme todos y traten de entender. 15 Ninguna cosa que entra en el hombre puede hacerlo impuro, lo que lo hace impuro es lo que sale de él. 16 El que tenga oídos para oír, que oiga.”
17 Cuando Jesús se apartó de la gente y entró en casa, sus discípulos le preguntaron sobre lo que había dicho. 18 El les respondió: “¿Tampoco ustedes son capaces de entender? ¿No comprenden que nada de lo que entra en el hombre puede hacerlo impuro? 19 Porque no entra en su corazón, sino en su estómago, y después sale de su cuerpo.”
20 Así Jesús declaraba que todos los alimentos son puros.
Y luego explicaba: “Lo que sale del hombre, eso lo hace impuro, 21 pues del corazón del hombre salen las malas intenciones: inmoralidad sexual, robos, asesinatos, 22 infidelidad matrimonial, codicia, maldad, vida viciosa, envidia, injuria, orgullo y falta de sentido moral. 23 Todas estas maldades salen de dentro y hacen impuro al hombre.”
Jesús sana la hija de una extranjera
(Mt 15,21)
24 Jesús salió de allí y fue a las fronteras del país de Tiro. Entró en una casa y no quería que nadie lo supiera, pero no logró pasar inadvertido. 25 Una mujer cuya hija estaba en poder de un espíritu malo se enteró de su venida y fue en seguida a arrodillarse a sus pies. 26 Esta mujer era pagana, de nacionalidad sirofenicia, y pidió a Jesús que echara al demonio de su hija.
27 El le contestó: “Espera que se hayan saciado los hijos: no está bien tomar el pan de los hijos para echárselo a los perritos. 28 Pero ella le respondió: “Señor, debajo de la mesa los perritos comen las migajas que dejan caer los hijos.” 29 Entonces él le dijo: “Vete; por lo que has dicho, el demonio ya ha salido de tu hija.” 30 La mujer se fue a su casa y encontró la niña acostada en cama: el demonio se había ido.
Curación de un sordomudo
31 Saliendo de la región de Tiro, Jesús pasó por Sidón y, dando la vuelta al lago de Galilea, llegó al territorio de Decápolis. 32 Allí le presentaron un sordo que hablaba con dificultad y le pidieron que le impusiera la mano.
33 Jesús lo apartó de la gente, le metió los dedos en los oídos y con su saliva le tocó la lengua. 34 Después, mirando al cielo, suspiró y dijo: “Effetá”, que quiere decir: “Abrete.” 35 En seguida se le destaparon los oídos, desapareció el defecto de la lengua y el hombre comenzó a hablar correctamente.
36 Jesús les mandó que no lo dijeran a nadie, pero mientras más insistía, más lo publicaban. 37 El entusiasmo de la gente era increíble; y decían: “Todo lo ha hecho bien; los sordos oyen y los mudos hablan.”
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