(Lc 20,45 Mc 12,38)
23 1 Entonces Jesús dirigió al pueblo y a sus discípulos el siguiente discurso:
2 Los maestros de la Ley y los fariseos se hacen cargo de la doctrina de Moisés. 3 Hagan y cumplan todo lo que dicen, pero no los imiten, ya que ellos enseñan y no cumplen. 4 Preparan pesadas cargas, muy difíciles de llevar, y las echan sobre las espaldas de la gente, pero ellos ni siquiera levantan un dedo para moverlas. 5 Todo lo hacen para aparentar ante los hombres; por eso hacen muy anchas las cintas de la Ley que llevan colgando, y muy largos los flecos de su manto. 6 Les gusta ocupar los primeros asientos en los banquetes y los principales puestos en las sinagogas, 7 les gusta que los saluden en las plazas y que la gente les diga: Maestro. 8 No se dejen llamar Maestro, porque un solo Maestro tienen ustedes, y todos ustedes son hermanos. 9 Tampoco deben decirle Padre a nadie en la tierra, porque un solo Padre tienen: el que está en el Cielo. 10 Ni deben hacerse llamar Doctor, porque para ustedes Cristo es el Doctor único. 11 Que el más grande de ustedes se haga servidor de los demás. 12 Porque el que se hace grande será rebajado, y el que se humilla será engrandecido.
Siete maldiciones contra los fariseos
(Lc 11,39)
13 Por eso, ¡ay de ustedes, maestros de la Ley y fariseos hipócritas! Ustedes cierran a los hombres el Reino de los Cielos. No entran ustedes ni dejan entrar a los que se presentan. 14 ¡Ay de ustedes, maestros de la Ley y fariseos hipócritas! 15 Ustedes recorren mar y tierra para lograr la conversión de un pagano y, cuando se ha convertido, lo hacen hijo del demonio, mucho peor que ustedes.
16 ¡Ay de ustedes, guías ciegos! Ustedes dicen: Jurar por el Templo no obliga, pero jurar por el tesoro del Templo, sí. 17 ¡Torpes y ciegos! ¿Qué vale más?¿El oro del Templo o el Templo que lo convierte en un tesoro sagrado? 18 Ustedes dicen: Si alguno jura por el altar, no queda obligado, pero si jura por las ofrendas puestas encima, sí queda obligado. ¡Ciegos! 19 ¿Qué vale más? ¿Lo que se ofrece, o el altar que hace santa la ofrenda? 20 Y el que jura por el altar, jura por el altar y por lo que se pone sobre él. 21 Y el que jura por el Templo jura por él y por Dios que habita en el Templo. 22 Y el que jura por el Cielo, jura por el trono de Dios y por el que está sentado en él.
23 ¡Ay de ustedes, maestros de la Ley y fariseos hipócritas! Ustedes pagan el diezmo de todo, sin olvidar la menta, el anís y el comino, y, en cambio, no cumplen lo más importante de la Ley; la justicia, la misericordia y la fe. Estas son las cosas que deberían observar, sin descuidar las otras. 24 ¡Guías ciegos! Cuelan un mosquito, pero se tragan un camello.
25 ¡Ay de ustedes, maestros de la Ley y fariseos hipócritas! Ustedes llenan el plato y la copa con robos y violencias y, por encima, echan una bendición. 26 ¡Fariseo ciego! Haz que sea puro el interior y, después, se purificará también el exterior.
27 ¡Ay de ustedes maestros de la ley y fariseos hipócritas! Pues ustedes son semejantes a sepulcros bien pintados que tienen buena apariencia, pero por dentro están llenos de huesos y de toda clase de podredumbre. 28 (Ustedes también aparecen exteriormente como hombres religiosos, pero en su interior están llenos de hipocresía y de maldad.
29 ¡Ay de ustedes, maestros de la Ley y fariseos hipócritas! Ustedes construyen sepulcros para los profetas y adornan los monumentos de los hombres santos. 30 Ustedes dicen: Si nosotros hubiéramos vivido en tiempos de nuestros padres. No habríamos consentido que mataran a los profetas. 31 Así que ustedes mismos lo confiesan: son hijos de quienes asesinan a los profetas. 32 ¡Terminen, pues, de hacer lo que sus padres comenzaron!
33 ¡Serpientes, raza de víboras! ¿Cómo lograrán escapar de la condenación del infierno? 34 Desde ahora les voy a enviar profetas, sabios y maestros, pero ustedes los degollarán y crucificarán, y a otros los azotarán en las sinagogas o los perseguirán de una ciudad a otra.
35 Pues tiene que recaer sobre ustedes toda la sangre inocente que ha sido derramada en la tierra, desde la sangre del Santo Abel hasta la sangre de Zacarías, hijo de Barequías, al que mataron en el altar dentro del Templo. 36 En verdad les digo que todo esto recaerá sobre la actual generación.
37 ¡Jerusalén, Jerusalén! Tú matas a los profetas y apedreas a los que Dios te envía. ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina recoge a sus pollitos bajo las alas, y tú no lo has querido! 38 Por eso se quedarán ustedes con su casa vacía. 39 Porque ya no me volverán a ver hasta el tiempo en que digan: ¡Bendito sea el que viene en el Nombre del Señor!
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