(Lc 6,37; 11,9; 6,31 13,23)
7 1 No juzguen y no serán juzgados; 2 porque de la manera que juzguen serán juzgados y con la medida con que midan los medirán a ustedes. 3 ¿Por qué ves la pelusa en el ojo de tu hermano y no ves la viga en el tuyo? 4 ¿Cómo te atreves a decir a tu hermano: Déjame sacarte esa pelusa del ojo, teniendo tú una viga en el tuyo? 5 Hipócrita, sácate primero la viga que tienes en el ojo y así verás mejor para sacar la pelusa del ojo de tu hermano.
6 No den las cosas sagradas a los perros, ni echen sus joyas a los cerdos. Ellos podrían pisotearlas y, después, se lanzarían encima de ustedes para destrozarlos.
7 Pidan y se les dará; busquen y hallarán; llamen a la puerta y les abrirán. 8 Porque el que pide, recibe; el que busca, halla, y al que llame a una puerta le abrirán. 9 ¿Quién de ustedes da una piedra a su hijo si le pide pan, 10 o una culebra si le pide pescado? 11 Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, con mayor razón el Padre celestial, Padre de ustedes, dará cosas buenas a los que se las pidan.
12 Entonces, todo lo que ustedes desearían de los demás, háganlo con ellos: ahí tienen toda la Biblia.
13 Entren por la puerta angosta, porque la puerta ancha y el camino amplio conducen a la perdición y muchos entran por ahí. 14 Angosta es la puerta, y estrecho el camino que conducen a la salvación, y son pocos los que dan con él.
El árbol se conoce por sus frutos
(Lc 6,43)
15 Tengan cuidado con los falsos profetas, que vienen a ustedes disfrazados de ovejas, cuando en realidad son lobos feroces. 16 Ustedes los conocerán por sus frutos. No se sacan uvas de los espinos, ni higos de los cardos. 17 todo árbol bueno da frutos buenos, y el árbol que no es bueno no los da. 18 El árbol bueno no puede dar frutos malos, ni el árbol malo dar frutos buenos. 19 Por lo tanto, reconocerán al árbol por sus frutos.
20 El árbol que no da frutos se corta y se echa al fuego.
La casa edificada sobre la roca
(Lc 6,47; 13,26 Mc 1,22)
21 No es el que me dice: ¡Señor! ¡Señor!, el que entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre del Cielo. 22 En el día del Juicio muchos me dirán: Señor, Señor, profetizamos en tu Nombre, y en tu Nombre arrojamos los demonios, y en tu Nombre hicimos muchos milagros. 23 Yo les diré entonces: No los reconozco. Aléjense de mí todos los malhechores.
24 El que escucha mis palabras y las practica es como un hombre inteligente que edificó su casa sobre la roca. 25 Cayó la lluvia a torrentes, sopló el viento huracanado contra la casa, pero la casa no se derrumbó, porque tenía los cimientos sobre la roca. 26 En cambio, el que oye estas palabras sin ponerlas en práctica, es como el que no piensa, y construye su casa sobre la arena. 27 Cayó la lluvia a torrentes, soplaron los vientos contra la casa, y ésta se derrumbó con gran estrépito.”
28 Cuando Jesús terminó estos discursos, lo que más había impresionado a la gente era su modo de enseñar, 29 porque hablaba con autoridad y no como los maestros de la Ley que tenían ellos.
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