Pero de lo que sigue o te avergüences; ni peques por miedo a lo que pensarán de ti. 2 No te avergüences de la Ley del Altísimo ni de su Alianza, ni de condenar a los impíos. 3 No te avergüences de contar con compañeros de viaje, de reclamar tu parte de la herencia; 4 de comprobar balanzas y pesas, de conseguir provechos pequeños y grandes, 5 de obtener ganancias comerciales, de corregir severamente a tus hijos, de moler las espaldas del esclavo vicioso.
6 Al lado de una mujer mala usa el sello, pon las cosas bajo llave donde hay muchas manos.
7 Cuando entregues algo, hazlo medido y pesado, y que todo el deber y el haber sea puesto por escrito.
8 No tengas vergüenza de corregir al insensato y al tonto, y al anciano decrépito que volvió a la infancia.
Entonces sabrás lo que es la verdadera educación y hallarás el aprecio de todos los hombres.
9 La hija es una secreta inquietud para su padre; el cuidado que le ocasiona le quita el sueño; si es joven, por el temor que demore en casarse; si es casada, a que sea aborrecida.
10 Mientras es virgen, podría dejarse engañar y quedar encinta en la casa paterna. Con su marido, podría ser infiel; casada, podría no tener hijos.
11 Vigila mucho a una hija descarada, no sea que haga de la burla de tus enemigos, el comentario de la ciudad, que provoque una reunión del vecindario y te avergüence a los ojos de todos.
12 No te dejes impresionar por la belleza del hombre ni te sientes entre las mujeres.
13 Porque de la ropa sale la polilla y de la mujer su malicia.
14 Más vale maldad de hombre que lisonja de mujer; una mujer deshonrada trae la vergüenza.
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