(Mt 4,18 Mc. 1,16)
5 1 Cierto día era mucha la gente que se apretaba junto a él para escuchar la palabra de Dios, y él estaba de pie a la orilla del lago de Genesaret. 2 Vio dos barcas amarradas al borde del lago. Los pescadores habían bajado y lavaban las redes. 3 Subió a una de las barcas, que era la de Simón, y le pidió a éste que se apartara un poco de la orilla; luego se sentó en la barca y empezó a enseñar a la multitud.
4 Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: “Lleva la barca a la parte más honda y echa las redes para pescar.” 5 Simón respondió: “Maestro, hemos trabajado toda la noche, sin pescar nada, pero, si tú lo mandas, echaré las redes.” 6 Así lo hicieron, y pescaron tantos peces que las redes estaban por romperse.
7 Pidieron por señas a sus compañeros que estaban en la otra barca que vinieran a ayudarlos; llegaron, que por poco se hundían. 8 Al ver esto, Simón Pedro se arrodilló ante Jesús, diciendo: “Señor, apártate de mí, porque soy un pecador.” 9 Pues tanto él como sus ayudantes estaban muy asustados por la pesca que acababan de hacer. 10 Lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, compañeros de Simón.
Pero Jesús dijo a Simón: “No temas, de hoy en adelante serás pescador de hombres.” 11 Entonces llevaron sus barcas a tierra, lo dejaron todo, y siguieron a Jesús.
El leproso sanado
(Mc 1,40 Mt. 8,2)
12 Estando Jesús en una de esas ciudades, se presentó un hombre cubierto de lepra. Apenas vio a Jesús, se postró con la cara en tierra y le hizo esta súplica: “Señor, si quieres puedes limpiarme.” 13 Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo: “Lo quiero, queda limpio.” 14 Al instante sanó de la lepra. Pero Jesús le mandó que no lo dijera a nadie: “Anda más bien a presentarte al sacerdote, y lleva la ofrenda tal como lo mandó Moisés cuando un leproso sana. Así comprobarán lo sucedido.”
15 Su fama crecía más y más y muchas personas acudían a oírlo, y para que los sanara de sus enfermedades. 16 Pero él buscaba siempre lugares tranquilos y allí se ponía a orar.
El paralítico
(Mc 2,1 Mt 9.1)
17 Un día en que Jesús estaba enseñando, se sentaron entre los oyentes unos fariseos y maestros de la Ley que habían venido de toda la provincia de Galilea, y también de Judea y Jerusalén. El poder del Señor se manifestaba ante ellos realizando curaciones. 18 En este momento llegaron unos hombres que traían en su camilla a un enfermo paralítico. Buscaban cómo entrar en la casa y colocarlo delante de Jesús, 19 pero era tanta la gente que no sabían por donde entrar. Subieron al tejado, quitaron tejas y bajaron al enfermo en su camilla en medio de la gente, frente a Jesús.
20 Viendo Jesús la fe de ellos, dijo: “Amigo, tus pecados te son perdonados” 21 De inmediato los maestros de la Ley y los fariseos se ofendieron y pensaron: “¿Cómo este hombre puede hablar en forma tan escandalosa? ¿Quién puede perdonar los pecados sino sólo Dios?”
22 Pero Jesús se dio cuenta de sus pensamientos y les hizo esta pregunta: 23 “¿Por qué piensan así? ¿Qué es más fácil decir: Tus pecados son perdonados, o levántate y anda? 24 Sepan, pues, que el Hijo del Hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados.”
Entonces Jesús dijo al paralítico:
“Te lo ordeno, levántate, toma tu camilla y vuélvete a tu casa.” 25 Y en el mismo instante, se levantó el hombre a la vista de todos, tomó la camilla en que estaba tendido y se fue dando gloria a Dios.
26 Todos quedaron atónitos y alabaron a Dios. El temor de Dios estaba en todos, pues decían: “Hoy hemos visto cosas increíbles.”
Leví sigue a Jesús: “He venido para llamar a los pecadores”
(Mc 2,13 Mt 9,9)
27 Al salir, Jesús vio a un cobrador de impuestos llamado Leví, sentado en su puesto donde cobraba. Jesús le dijo: “Sígueme”, 28 y Leví, dejándolo todo, se levantó y lo siguió.
29 Después Leví le ofreció un gran banquete en su casa y con ellos se sentaron en la mesa un gran número de cobradores de impuestos y de toda clase de personas. 30 Los fariseos y los maestros de la Ley criticaban y decían a los discípulos de Jesús: “¿Por qué ustedes comen y beben con los cobradores de impuestos y con personas malas?”
31 Pero Jesús tomó la palabra y les dijo: “No son las personas sanas las que necesitan médico, sino las enfermas. 32 He venido, no para llamar a los buenos, sino para invitar a los pecadores a que se arrepientan.”
33 Ellos le dijeron también: “Los discípulos de Juan ayunan a menudo y hacen oraciones, lo mismo que los discípulos de los fariseos, y los tuyos ¿por qué comen y beben?” 34 Jesús les respondió: “¿Pueden ustedes obligar a los compañeros del novio a que ayunen, mientras el novio está con ellos? 35 Llegará el momento en que el novio les será quitado, entonces ayunarán.”
36 Y les dijo además esta comparación: “Nadie saca un pedazo de un vestido nuevo para remendar uno viejo. Porque de ese modo el nuevo queda roto y el pedazo nuevo no le vendrá al vestido viejo. 37 Nadie echa tampoco vino nuevo en vasijas viejas; porque, de lo contrario, el vino nuevo romperá las vasijas, y así se derramará el vino y se perderán las vasijas. El vino nuevo, hay que ponerlo en vasijas nuevas. 38 Y nadie, después de haber bebido vino añejo, quiere del nuevo, porque dice: Es mejor el añejo.”
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