4 Sí, mientras estamos en la tienda de campaña, gemimos por nuestra dura suerte, pues no quisiéramos que se nos quitara este vestido, nos gustaría más ponernos el otro encima y el cuerpo mortal fuera absorbido por la vida verdadera. 5 Esta es a la que Dios nos destinó, y nos dio el Espíritu como un anticipo de lo que hemos de recibir.
6 Así, pues, nos sentimos seguros en cualquier circunstancia. Sabemos que, mientras vivamos en el cuerpo, estamos aún fuera de casa, o sea, lejos del Señor, 7 pues caminamos por fe, sin ver todavía. 8 Pero nos sentimos seguros y nos gustaría más salir de ese cuerpo para ir a vivir junto al Señor. 9 Por eso, sea que guardemos esta casa o la perdamos, lo único que nos importa es agradar al Señor. 10 Pues todos hemos de comparecer a descubierto ante el tribunal de Cristo, para recibir cada cual lo que mereció en la presente vida por sus obras buenas o malas.
Somos mensajeros de la reconciliación
11 Por eso, sabiendo lo que es temer al Señor, procuramos convencer a los hombres y vivimos sinceramente ante Dios, y confío que también ustedes nos reconocen en su conciencia por lo que somos. 12 No queremos recomendarnos otra vez ante ustedes, pero sí darle un motivo y para que sepan responder a esa gente que hace caso de las apariencias y no de lo interior. 13 Si se nos pasó la mano, que sólo Dios escuche, si hablamos con sensatez, tómenlo para ustedes.
14 El amor de Cristo nos urge al darnos cuenta de que si él murió por todos, todos entonces han muerto.
15 El murió por todos, a fin de que los que viven no vivan ya para sí mismo, sino para él, que por ellos murió y resucitó. 16 De suerte que nosotros desde ahora no miramos a nadie con criterios humanos, incluso a Cristo, si antes lo conocimos personalmente, debemos mirarlo ahora de otra manera.
17 Por esa misma razón, el que está en Cristo es una criatura nueva. Para él lo antigüo ha pasado; un mundo nuevo ha llegado. 18 Todo eso es la obra de Dios, que nos reconcilió con El en Cristo, y que a mí me encargó la obra de la reconciliación. 19 Pues, con él; a los hombres ya no les tomaba en cuenta sus pecados, y a mí me entregaba el mensaje de la reconciliación.
20 Nos presentamos, pues, como mensajeros de parte de Cristo, como si Dios mismo les rogara por nuestra boca. ¡Déjense reconciliar con Dios! Se lo pedimos en nombre de Cristo. 21 El no cometió pecado, pero Dios quiso que cargara con nuestro pecado para que nosotros, en él, participáramos de la santidad de Dios.
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