3 1 ¿Acaso estoy de nuevo recomendándome solo? ¿O necesito presentarles cartas de recomendación, como hacen algunos, o vengo a pedirles esas cartas? 2 Son ustedes mismos nuestra carta de recomendación. La llevamos en nuestro corazón, pero todos la pueden leer y entender. 3 Nadie podrá negar que ustedes son una carta de Cristo, de la que fuimos los instrumentos; escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios, vivo; no grabada en tablas de piedra, sino en corazones de carne.
4 Esta es nuestra convicción ante Dios, gracias a Cristo. 5 No nos atreveríamos a pensar que esa obra se deba a algún mérito nuestro; sabemos que nuestra capacidad viene de Dios. 6 El nos ha autorizado como encargados de una nueva alianza, que no se fundamenta ya en una Ley escrita, sino que es obra del Espíritu. La Ley escrita da muerte, mientras que el Espíritu da vida.
7 A pesar de que la Ley grabada en piedras encerraba la muerte, su ministerio fue rodeado de gloria, a tal punto que los israelitas no podían fijar su mirada en el rostro de Moisés; tal era su resplandor, aunque momentáneo. 8 ¡Cuánto más glorioso será el ministerio del Espíritu! 9 Si fue grande el ministerio que sentenciaba la condenación, ¿no le será mucho más todavía el que procura la santidad? 10 Ese ministerio de la Ley, que fue glorioso hasta cierto punto, ya no lo es si nos fijamos en la gloria tan superior del otro. 11 Si un ministerio provisorio tuvo sus momentos de gloria, ¿cuánto más glorioso es el definitivo!
El velo de Moisés
12 ¡Qué esperanza más grande es la nuestra! Y por eso andamos muy seguros, 13 no hacemos como Moisés, quien se cubría el rostro con un velo, para que los israelitas no vieran apagarse un resplandor que no podía durar.
14 Con todo, ellos se volvieron ciegos. Hasta el día de hoy, el mismo velo queda tendido mientras leen el Antiguo Testamento, y solamente con Cristo será corrido. 15 Hasta el día hoy, por más que lean a Moisés, el velo está tendido ante su entendimiento, 16 pero al que se vuelva al Señor se le quitará el velo. 17 El Señor es el espíritu y donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad.
15 Por eso todos nosotros andamos con el rostro descubierto, reflejando como un espejo la Gloria del Señor, y nos vamos transformando en imagen suya más y más resplandeciente, por la acción del Señor que es espíritu.
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