4 En efecto, les escribí tan preocupado y afligido que hasta lloraba; no quería afligirlos, sino más bien que se dieran cuenta del amor inmenso que les tengo.
5 Aquel que me ha causado tristeza no me la causó a mí solo, sino en cierta manera –no quisiera exagerar. A todos. 6 A ése le basta la reprensión de la comunidad; 7 por eso ahora mejor lo perdonen y lo conforten, no sea que lo desanime la excesiva pena. 8 Les ruego, pues, que lo traten con caridad.
9 En realidad, al escribirles, quería comprobar que son capaces de una obediencia total. 10 Al que perdonen ustedes, también le perdono yo, y lo que he perdonado, si realmente he tenido algo que perdonar, lo perdoné en atención a ustedes, en presencia de Cristo. 11 Así nos aprovechará Satanás de nosotros, pues conocemos muy bien sus propósitos.
Somos el buen olor de Cristo
12 Entonces fue cuando llegué a Tróade para predicar el Evangelio de Cristo, y el Señor me abrió las puertas. 13 Sin embargo, no me sentí tranquilo por no encontrar a Tito, mi hermano, de modo que me despedí de ellos y partí para Macedonia.
14, Pero, gracias sean dadas a Dios, quien siempre nos lleva en el desfile victorioso de Cristo y, por nuestro oficio, difunde por todas partes su conocimiento cual aroma esparcido. 15 Somos el buen olor que de Cristo sube hacia Dios, y lo perciben tanto los que se salvan como los que se pierden. 16 A algunos les parece olor de muerte, que conduce a la muerte, a otros les parece olor que procede de la vida y que conduce a la vida.
¿Quién está a la altura de esta misión? 17 No somos como tantos otros que hacen dinero de la palabra de Dios. Hablamos con sinceridad, y anunciamos a Cristo de parte de Dios y en su presencia.
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