El servidor de Dios, poco menos que hundido en las aguas del sufrimiento y de la muerte, pide el socorro del Señor. Cristo se aplicó a sí mismo varias palabras de esta oración. El es el que, después de liberado de la muerte, será alegría para todos los que buscan a Dios.
2 Oh Dios, sálvame, porque las aguas me llegan hasta el cuello.
3 Me estoy hundiendo en profundos barriales, no hay dónde apoyar el pie.
Me estoy sumergiendo en profundas aguas y las olas me cubren.
4 Me he cansado de gritar, mi garganta está ronca. Mis ojos están cansados de tanto espera a mi Dios.
5 Son más numerosos que los cabellos de mi cabeza los que me odian sin motivo.
Son más fuertes que yo los que por calumnias me odian. ¿Tendré que pagar lo que no he robado?
6 Dios mío, tú conoces mi extravío, y no te están escondidos mis pecados.
7 Señor, no permitas que los que en ti esperan se avergüencen de mí, no sean humillados por causa mía los que te buscan, ¡oh Dios de Israel!
8 Por tu causa sufrí humillaciones y la vergüenza me cubrió la cara; 9 me volví como un extraño a mis hermanos y como un advenedizo a los hijos de mi madre.
10 El celo por tu casa me ha devorado, los insultos de los que te insultaban cayeron sobre mí.
11 Si me aflijo con ayunos, eso me vale insultos. 12 Si me visto de saco, ellos se burlan de mí.
13 Los que se sientan en la plaza se ríen de mí, los que se reúnen para beber entonan cantos sobre mí.
14 Señor, hacia ti sube mi oración; sea ese día el de tu favor. Según tu inmensa bondad, respóndeme, oh Dios, siempre fiel para socorrer.
15 Líbrame de este barro, que no me hunda, líbrame del alboroto de las aguas profundas.
16 Que no me ahoguen las olas ni me trague el abismo, ni el pozo cierre su boca sobre mí.
17 Señor, respóndeme, porque tu gracia es dulce, y por tu gran misericordia, vuélvete hacia mí.
18 No escondas tu rostro a tu siervo; estoy angustiado, óyeme pronto.
19 Acércate a mí y rescátame, sálvame de mis enemigos.
20 Tú conoces mi humillación, mi vergüenza y mi ignominia: todos mis adversarios están a tu vista.
21 Tanta ofensa me ha destrozado el alma y ya no sanaré; esperé compasión inútilmente, esperé alguien que me consolara y no lo hallé.
22 Echaron hiel en mi comida y, para la sed, vinagre por bebida.
23 Que su mesa se les vuelva un lazo, y sus banquetes sagrados una trampa.
24 Que se oscurezcan sus ojos al punto que no vean; haz que anden siempre con las espaldas doblegadas.
25 Arroja tu enojo sobre ellos, que los destruya el fuego de tu ira.
26 Que sus campos sean devastados y sus carpass queden sin habitantes.
27 Ya que persiguen al que tú heriste y aumentan los dolores de tu víctima, 28 inscribe en su cuenta culpa sobre culpas. Que no tengan entrada a tu justicia.
29 Sean borrados del libro de los vivos y no se inscriban en el de los salvados.
30 Pero a mí, pobre y afligido, que tu ayuda, oh Dios, me defienda.
31 Celebraré con cantos el Nombre de Dios, y lo alabaré en acción de gracias.
32 Al señor le agradará más que sacrificios de toros y novillos, con pezuñas y cachos.
33 Los humildes al verlo se alegran. ¡Ustedes que buscan a Dios, anímense!
34 Pues así el Señor escucha al pobre, y no desprecia a sus cautivos.
35 Que los cielos y la tierra lo alaben, las aguas y cuanto en ellas se remueve.
36 Dios salvará a Sión, y las ciudades de Judá volverán a edificarse.
37 Habrá en ellas quien viva y quien herede.
Los hijos de tus siervos serán los herederos, y los que aman tu Nombre vivirán en ellas.
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