2 Lo escuchamos, oh Dios, con nuestro oído –y nos lo transmitieron nuestros padres- las hazañas que en su época tú hiciste, - tú con tu propia mano, en otros tiempos.
3 Tú dejaste sin nada a las naciones – para darles su tierra – Tú achicaste a los pueblos – para que ellos pudieran extenderse.
4 No conquistó al país su propia espada, - ni su brazo los hizo vencedores, - sino que fueron tu diestra y tu brazo – y la luz de tu rostro, -porque tú los amabas.
5 Tú, Rey mío y Dios mío, -decides las victorias de Jacob.
6 Por ti hemos rechazado – a nuestros adversarios, - y en tu nombre pisamos – a nuestros enemigos.
7 En mi arco nunca tengo yo confianza, - ni es mi espada quien me da la victoria.
8 Mas tú eres quien nos salvas – de nuestros opresores – y dejas en vergüenza – a los que nos desprecian.
9 El Señor, cada día – ha sido nuestro orgullo – y sin cesar tu Nombre celebramos.
10 Ahora, sin embargo, - nos rechazas y humillas, - ya no sales mandando nuestras tropas.
11 Nos hiciste ceder – ante los enemigos, - y los que nos odiaban – nos saquean a gusto.
12 Tú nos has entregado – como ovejas que van al matadero, - y en medio de los pueblos – nos has desparramado.
13 A tu pueblo vendiste – por un precio irrisorio – y no ganaste mucho con su venta.
14 Por tu causa, tan sólo, - no nos quieren ni ver nuestros vecinos, - somos burla y chacota – de cuantos nos rodean.
15 Debido a ti, además, - las naciones comentan de nosotros – y los pueblos menean la cabeza.
16 Siempre llevo conmigo mi deshonra – y enrojece mi rostro la vergüenza – 17 al oír los insultos y blasfemias – de nuestros enemigos y agresores.
18 Y todas estas cosas nos pasaron – sin haberte olvidado – ni haber roto tu alianza.
19 No te abandonó nuestro corazón – ni dejaron tu senda nuestros pasos. 20 Y tú nos aplastaste en el desierto – y nos dejaste envueltos de tinieblas.
21 Si hubiéramos entonces olvidado – el Nombre de nuestro Dios – y tendido las manos – hacia un dios extranjero.
22 ¿Acaso nos e habría dado cuenta – Dios, que a fondo conoce – los secretos más íntimos del hombre?
23 Pues bien, por ti nos matan cada día, - nos tratan como ovejas – que van al matadero.
24 ¡Despiértate!, ¿por qué duermes, Señor? – Levántate, ¡no nos dejes tirados al suelo!
25 ¿Por qué escondes tu cara – y olvidas nuestro estado – de opresión y miseria, - 26 cuando estamos tendidos en el polvo – y a la tierra se pega nuestro vientre?
27 ¡Levántate y acude en nuestro auxilio! - ¡Líbranos por tu gran misericordia!
No hay comentarios:
Publicar un comentario