2 Señor, no me castigues en tu indignación, no me reprendas en tu enojo.
3 Tus flechas me traspasaron, tu mano se descargó contra mí.
4 Tu cólera no dejó sana ninguna parte de mi cuerpo, y no hay descanso para mí después de mi pecado.
5 Mis culpas me llegan hasta la coronilla y su peso sobrepasa mis fuerzas.
6 Mis llagas están descompuestas y malolientes por causa de mis locuras; llagado, postrado, agotado, todo el día camino sombrío.
7 Siento espadas ardientes de fiebre y en mi cuerpo no queda nada sano.
8 Quebrantado, deshecho, agotado, dejo oír los rugidos de mi corazón.
9 Señor, te expongo todas mis ansias, no se te ocultan mis suspiros.
11 Se me agita el corazón, las fuerzas me abandonan y hasta la luz de los ojos.
12 Mis llagas tienen alejados a mis amigos y compañeros; mis familiares se quedan a distancia.
13 Aquellos que desean mi muerte me pusieron trampas, los que me quieren mal me amenazan; todo el día hablan en mi contra.
14 Pero yo me hago el sordo, no oigo, como un mudo no abro la boca.
15 Soy hombre que no oye nada y no tiene qué contestar.
16 Porque en ti, Señor, espero, eres tú el que responderá, mi Señor y mi Dios.
17 Dije: que no se burlen de mí ni canten victoria si vacilan mis pies.
18 Sin embargo estoy a punto de caer, mis dolores no me dejan ni un momento.
19 Tengo que reconocer mi maldad; mi falta me tiene inquieto.
20 Son muchos los que buscan mi muerte, son incontables los que sin causa me odian.
21 Los que me devuelven mal por bien, los que me condenan si hago el bien.
22 No me abandones, Señor, Dios mío, no te alejes de mí.
23 Ven rápido en mi ayuda, Señor, salvador mío.
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