“Hablen entre ustedes con salmos, himnos y cánticos espirituales. Canten y celebren interiormente al Señor…” (Ef 5,19)
La oración es obra del Espíritu Santo. No sabemos qué pedir ni cómo hacerlo, por eso, el Espíritu ruega en nosotros, llamando a Dios por medio de los anhelos que suscita en nuestro corazón (Rom 6,26). En realidad, la oración no consiste solamente en pedir, también damos gracias, contemplamos las obras del señor, le confiamos nuestros deseos de estar más cerca de él. A cada uno, el Espíritu le inspira sentimientos y palabras con que dirigirse a Dios. No es necesario usar fórmulas y rezos, sino que basta hablar con la sencillez del hijo que dice “Abba”, o sea “Papá” (Rom 8,15)
Sin embargo, la oración necesita una orientación, lo mismo como nuestro espíritu necesita de un cuerpo. Precisamos de oraciones hechas que nos sirvan de guía y nos enseñen los modales y sentimientos de los hijos de Dios.
Para eso está el libro de los Salmos, en que fueron reunidas la mayoría de las oraciones inspiradas por Dios.
Hay una manera nueva, cristiana, de entender y rezar los Salmos. A veces los programas radiales nos transmiten una mezcla musical a base de melodías conocidas. Se reconoce el ritmo de la melodía, pero ya no es la canción antigua, sino una nueva música que se va desarrollando libremente. Así sucede con los salmos. Son oraciones antiguas que facilitan las palabras o los sentimientos que vamos a desarrollar libremente ajustándolos a nuestra situación. A veces, no me corresponde la indignación del creyente judío que en algún salmo pide a Dios la muerte para los que lo quieren matar, tampoco hare mía la declaración del que dice a Dios: “Yo estoy sin pecado”. Pero todo eso inspirará mi oración; diré al señor mi indignación frente a la injusticia y a la violencia, le pediré que destruya el mal, y recordaré que a mi lado está Cristo, “el justo”, el que no tiene pecado y que ora por mí.
Jesús supo orar con los salmos y nosotros también debemos aprender a orar con ellos. Después de familiarizarnos con esas fórmulas antiguas, nos vamos a dar cuenta que por todas partes los salmos hablan de Cristo y encierran su propia voz.
La numeración de los salmos en los libros de la Iglesia no corresponde siempre a la de la Biblia hebrea. Indicamos primero el número del salmo en la Biblia hebrea y, entre paréntesis, el número del texto latino.
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