Segunda campaña de Gedeón
8 1 La gente de Efraím dijo a Gedeón: ¿Por qué has hecho esto de no convocarnos cuando fuiste a combate contra Madián?" 2 Discutieron con él violentamente. El les respondió: "¿Qué he hecho yo en comparación con lo que han hecho ustedes? ¿No vale más un racimo de Efraím que la vendimia de Abiezer? 3 Yavé ha entregado a los jefes de Madián en sus manos, a Oreb y a Zeeb, ¿qué he podido hacer yo en comparación de lo que han hecho ustedes?" Con estas palabras que les dijo se calmaron sus ánimos.
4 Gedeoón llegó al Jordan y lo pasó. Tanto él como los trescientos hombres que iban con él estaban agotados por el cansancio y hambrientos. 5 Dijo, pues, a la gente de Sucot: "Den, por favor, tortas de pan a la tropa que me sigue, porque está rendida de fatiga, y voy persiguiendo a Zebaj y a Salmuná, reyes de Madián.
6 Pero los jefes de Sucot respondieron: "¿Acaso has sujetado las manos de Zebaj y Salmuná? ¿Cómo, pues, daríamos pan a tu ejército?" 7 Gedeón les respondió: "Bien, cuando Yavé haya entregado en mis manos a Zebaj y a Salmuná, a ustedes les desgarraré sus carnes con espinas y cardos del desierto."
8 De allí subió a Penuel y les habló de igual manera. Pero la gente de Penuel le respondió como los de Sucot. 9 El respondió: "Cuando vuelva victorioso derribaré esta torre."
10 Zebaj y Salmuná estaban en Carcor con su ejército, unos quince mil hombres, todos los que habían quedado de los hijos de Oriente. ¡Los que habían muerto eran ciento veinte mil guerreros! 11 Gedeón subió por el camino de los nómadas, al este de Nobaj y de Yogbohá, y se dejó caer sobre el campamento cuando se creían ya seguros. Zebaj y Salmuná huyeron. 12 El los persiguió, los tomó prisioneros a los dos y dispersó a todo su ejército.
13 Después de la batalla, Gedeón, hijo de Joas, volvió por la pendiente de Jarás. 14 Habiendo detenido a un joven de la gente de Sucot, lo interrogó. El le dio por escrito los nombres de los jefes y ancianos de Sucot: setenta y siete hombres. 15 Gedeón se dirigió a la gente de Sucot y les dijo: "Aquí tienen a Zebaj y Salmuná, por quienes me hicieron burla diciendo: ¿Acaso has sujetado las manos de Zebaj y Salmuná para que demos pan a sus tropas hambrientas?"
16 Tomó entonces a los jefes de la ciudad y con espinas y cardos del desierto castigó a esa gente de Sucot. 17 Derribó la torre de Peruel y mató a los habitantes de la ciudad. 18 Luego dijo a Zebaj y Salmuná: "¿Cómo eran los hombres que ustedes mataron en el Tabor?" Ellos respondieron: "Se parecían a ti, tenían aspecto de hijos de reyes." 19 Respondió Gedeón: "Eran mis hermanos, hijos de mi madre. Vive Yavé que si los hubieran dejado vivos no los mataría a ustedes."
20 Dijo a Jeter, su hijo mayor: "¡Animo, mátalos!" Pero el muchacho no desenvainó la espada; no se atrevió porque era muy joven todavía; 21 Zebjay Salmuná dieron entonces: "Levántate tú y mátanos, porque según es el hombre en es su valentía." Gedeón se levantó y los mató a los dos, y tomó para él los adornos que sus camellos llevaban en el cuello
Esta fue la trampa en que cayó Gedeón
* 22 Los israelitas dijeron a Gedeón: "Ya que nos salvaste de los madianitas sé tú nuestro rey; y después de ti tu hijo y los descendientes de tu hijo."
23 Pero Gedeón respondión: "No seré yo ni mi hijo quien reine en Israel, sino que Yavé es nuestro rey." 24 Gedeón agregó: "Sólo quiero pedirles que me dé cada uno de ustedes un anillo de los del botín." Esto lo dijo Gedeón, porque los vencidos eran ismaelitas, cuyos anillos eran de oro.
25 Le contestaron: "Te lo damos con mucho gusto." Entonces Gedeón extendió su manto y cada israelita echó un anillo de su botín. 26 El peso de los anillos alcanzó a mil setecientas monedas de oro; sin contar los prendedores, los aros y los lujosos vestidos que usaban los reyes de Madián. Además, los collares de los camellos. 27 Con este dinero, Gedeón se hizo un ídolo que puso en su ciudad de Ofrá, y de todas partes de Israel la gente empezó a ir a ese lugar, apartándose de Yavé. Esa fue la trampa en que cayó Gedeón y los suyos.
28 Por lo demás fueron humillados los madianitas de tal manera que hubo paz en Israel durante cuarenta años, mientras vivió Gedeón. 29 Este volvió a a Ofrá y se quedó en su casa. 30 Tuvo setenta hijos, pues tenía muchas esposas. 31 De una mujer de la ciudad de Siquem tuvo un hijo llamado Abimelec.
32 Murió Gedeón, hijo de Joas, después de una dichosa vejez, y fue enterrado en la tumba de su padre Joas, en Ofrá de Abiezer.
33 Después de la muerte de Gedeón, los israelitas volvieron a prostituirse tras de los Baales y tomaron por Dios a Baal-Berit. 34 Los israelitas no se acordaron más de Yavé, su Dios, que los había librado de la mano de todos los enemigos que los rodeaban. 35 tampoco fueron agradecidos con la familia de Jerubaal-Gedeón, por todo el bien que había hecho a Israel.
* Los israelitas necesitan formar una nación, lo que sería un gran progreso después de la anarquía de las tribus destruidas y desorganizadas. Sin embargo, los que redactaron el presente libro, en el último siglo de los reyes de Jerusalén, habían quedado tan defraudados por sus gobernantes, que soñaban con el tiempo pasado en que no había ni reyes ni administración. Pensaban que Israel, por ser el pueblo de Dios, no debía tener jefes permanentes como los demás pueblos.
Por eso el libro de los Jueces anota la negativa de Gedeón a ser rey: Yavé tiene que ser rey de ustedes. Desgraciadamente, Gedeón pide oro, en vez del poder, y con esto el héroe destruye todo lo que hizo por su pueblo.
Todo estos salvadores, Gedeón, Barac, Jefté, Sansón, son muy decepcionantes y, en esto, no difieren mucho de la mayoría de los que actualmente pretenden liberar a los oprimidos. ¿Qué lección, pues, sacaremos de estas experiencias amargas consignadas en el Libro Sagrado? ¿Que la actuación política no sirve y mejor nos refugiamos a lo "espiritual", dedicados a la oración y la catequesis, dejando que otros hablen de justicia, como Dios mismo?
Mejor veamos que estos líderes, tanto los Jueces como los de nuestro tiempo, en la inmensa mayoría de los casos, no conocieron un hogar auténtico, ni recibieron una educación seria de parte de sus padres. Era en sus primeros años cuando debían ser formados y corregidos por un padre capaz de dar el ejemplo y una madre capaz de no consentirles ningún capricho. Porque nadie llega a ser persona madura, con una conciencia firme y una fidelidad habitual al deber, si no ha sido liberado desde niño por una Ley existente.
Esta es la razón por la cual, después de esos tiempos heroicos, vinieron otros en que Dios quiso educar las familias y las personas mediante las enseñanzas de los sabios y la práctica de la Ley.
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