El cántico de Ana
+ 2 1 Entonces Ana oró y dijo:
Mi alma se alegra en Yavé,
en Dios me siento llena de fuerza,
ahora puedo responder a mis enemigos,
pues me siento feliz con tu auxilio.
2 Pues nada hay fuera de Ti,
no hay roca tan firme como nuestro Dios.
3 No digan tantas palabras altaneras,
nis alga de su boca la arrogancia,
porque Yavé es un Dios que lo sabe todo,
él juzga las acciones de todos.
4 El arco de los fuertes se ha quebrado
mientras que los débiles se han hecho fuertes.
5 Los que estaban satisfechos van a trabajar por un pedazo de pan,
mientras que los débiles no necesitan hacerlo.
La mujer estéril da a luz siete veces;
en cambio, la madre de muchos hijos se marchita.
6 Yavé es quien da muerte y vida,
quien hace bajar al lugar de los muertos y volver a la vida.
Yavé da y quita riquezas,
humilla y ensalza.
7 Levanta del polvo al desvalido
8 y, de la mugre, saca al pobre
para que pueda sentarse con los grandes
y ocupar un lugar de privilegio.
Porque Yavé ha hecho los pilares de la tierra
y sobre ellos ha puesto el universo.
9 El guía los pasos de sus fieles
y los malos desaparecen en las tinieblas,
pues no es por la fuerza como triunfa el hombre.
10 El Altísimo truena en los cielos,
Yavé hace justicia hasta los extremos del mundo
y da fuerzas a su rey,
haciendo sobresalir a su Elegido.
11 Elcaná volvió a Ramá y el niño quedó al servicio de Yavé, bajo la responsabilidad del sacerdote Helí.
La historia de Helí
12 Los hijos de Helí eran unos pillos que no se preocupaban de Yavé ni de comportarse como sacerdotes frente al pueblo. 13 Cuando alguien ofrecía un sacrificio, y mientras se estaba cociendo la carne, venía el mozo del sacerdote, con un tenedor de tres dientes en la mano, 14 lo metía en el caldero o la olla, en la cacerola o la marmita, y todo lo que salía en el tenedor lo tomaba para sí el sacerdote; 15 así hacían con todos los israelitas que venían a Silo. Incluso antes de que se hubiera quemado la grasa, el sirviente del sacerdote venía y decía al que sacrificaba: "Dame la carne para pasársela a su gusto al sacerdote, ya que no aceptará carne cocida, sino solamente carne cruda." 16 Y si el hombre le decía: "Que primero se queme la grasa y después toma todo lo que desees.", el sirviente le respondía: "No, me lo das inmediatamente o te lo quitaré por la fuerza." 17 El pecado de estos jóvenes era, pues, muy grande a los ojos de Yavé, ya que tratan sin respeto las ofrendas a Yavé.
18 Mientras tanto, el niño Samuel servía a Yavé, vestido de sacerdote, 19 pues su madre le había hecho una pequeña sotana. Ella venía a verlo cada año, cuando subía con su esposo para ofrecer el sacrificio anual.
20 Helí bendecía a Elcaná y a su esposa, diciendo: "Que Yavé te conceda otros hijos de esta tu esposa a cambio del niño que ella ha ofrecido." Y ellos regresaban a su casa. 21 Yavé permitió que Ana tuviese más hijos; fue así como quedó embarazada y dio a luz tres hijos y dos hijas. Mientras tanto, el niño Samuel seguía creciendo en presencia de Yavé.
22 Helí ya era muy anciano y supo todo lo que sus hijos hacían con la gente del pueblo y cómo dormían con las mujeres que velaban ante la Tienda de las Citas. 23 Y les dijo: "¿Por qué hacen ustedes todas estas cosas? Me han informado que todo el pueblo anda murmurando de ustedes. 24 Y lo que se comenta no son precisamente cosas buenas, hijos míos. 256 Si un hombre peca contra otro hombre, Dios será el juez; pero si el hombre peca contra Yavé, ¿quién rogará por él?" Pero ellos no le hicieron caso a lo que les decía su padre, ya que Yavé había resuelto quitarles la vida.
26 Entre tanto, el niño Samuel iba creciendo tanto ante Yavé como ante los hombres.
27 Un hombre de Dios vino a Helí con este mensaje: "Así dice Yavé: me di a conocer a la familia de Aarón tu padre, cuando estaban en Egipto al servicio del Faraón. 28 Y escogí a tu familia entre todas las tribus de Israel, para que fuesen sacerdotes, subieran a mi altar, quemaran perfuma y vistieran el efod en mi presencia, y concedí a la familia de tu padre que viviera de los sacrificios de los israelitas. 29 ¿Por qué este desprecio de mis sacrificios y mis dones, que yo mandé se ofrecieran en mi casa? ¿Por qué te has preocupado más de tus hijos que de mí, dejándolos que engordaran con lo mejor de todas las ofrendas de mi pueblo? 30 Por eso Yavé, Dios de Israel, dice: Yo había prometido que tu familia y la familia de tu padre me servirían como sacerdotes para siempre. Pero ahora, lejos de mí tal cosa; porque a los que me honran, yo los honro, pero a los que me desprecian, yo los desprecio. 31 Mira que vienen días en que te derribaré a ti y a tu familia. Ya no habrá ancianos en tu familia. 32 Verán a sus rivales bendiciendo a Israel desde el Templo, y ellos no llegarán a ancianos. 33 Los dejaré cerca del altar para que se llenen de envidia, pero todos morirán antes de tiempo. 34 Te servirá de señal lo que va a pasar a tus dos hijos Jofni y Finjas; en el mismo día morirán los dos. 35 Yo me elegiré un sacerdote fiel que obre según mi corazón y mis deseos, le dará una descendencia sólida y duradera y caminará siempre en presencia del rey que yo me haya elegido. 36 Entonces los que queden de tu familia vendrán a humillarse ante este sacerdote para conseguir alguna moneda de plata o un trozo de pan, y dirán: Te pido que me admitas a cualquier función sacerdotal, para poder así tener un pedazo de pan."
+ En su canto de gratitud, Ana se hace intérprete de todos los despreciados de su pueblo y del mundo. Yavé es el Dios que salva a los desamparados. Rechaza a los que confían en su brazo, en su arco, en el pan asegurado para su casa, es decir, en lo que son y en lo que tienen. Pone su gloria en invertir las diferencias que existen entre los hombres (como en la parábola del rico y de Lázaro, Lucas 16,25). Yavé hace bajar al lugar de los muertos y hace subir.
Buen es comparar este canto con el de María (Lucas 1,45). El canto de Ana contiene una visión profética. Como Ana, tenemos que estar orgullosos de nuestro Dios, mucho más que de las realizaciones materiales de nuestra sociedad, que proclama feliz al rico y al fuerte.
Este texto condena al que construye su vida con la sola ambición de asegurar el porvenir de su familia; será salvado el que se pone al lado de los débiles. Frente a los que sienten vergüenza por su ambiente humilde, obrero o campesino, o por el atraso de su pueblo, el creyente sabe que los pobres y los hambrientos contribuyen a la salvación del mundo; porque donde todo falta es más fácil descubrir lo que valen las personas y comprender que no hay otro mundo digno del hombre sino aquel en el que haya pan y dignidad para todos.
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