miércoles, 29 de febrero de 2012

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Sacrificios: el holocausto

¡ 1 1 Llamó Yavé a Moisés y le habló así, desde la Tienda de las Citas divinas: “Habla a los hijos de Israel y diles esto: 2 Cuando alguno de ustedes presenta a Yavé una ofrenda de animales, ésta puede ser de ganado mayor o menor.
3 Si alguien ofrece ganado mayor para su sacrificio de holocausto, presentará un macho sin defecto. Lo ofrecerá ante la puerta de la Tienda de las Citas, de manera que sea agradable a Yavé. 4 Pondrá su mano sobre la cabeza de la víctima, para que Yavé se la reciba para perdón de sus pecados. 4 Sacrificarán el animal delante de Yavé y los sacerdotes, hijos de Aarón, ofrecerán la sangre derramándola por sobre todo el altar que está a la entrada de la Tienda de las Citas. 6 Despedazarán la víctima; 7 luego los sacerdotes pondrán fuego en el altar y colocarán leña sobre el fuego en el altar y colocarán leña sobre el fuego; 8 acomodarán los trozos con la cabeza y las grasas encima de la leña colocada sobre el fuego del altar. 9 El que ofrece el sacrificio lavará con agua las entrañas y las patas y el sacerdote lo quemará todo en el altar. Así se procederá al holocausto. El olor de la víctima consumida por el fuego apaciguará a Yavé.
10 Si alguien ofrece ganado menor, cordero o cabras, también ofrecerá un macho sin defecto. 11 Lo sacrificarán ante Yavé, al lado norte del altar; los sacerdotes derramarán la sangre por todos los lados sobre el altar. 12 Luego lo despedazarán en porciones y el sacerdote lo dispondrá con la cabeza y el sebo encima de la leña colocada sobre el fuego del altar. 13 El que ofrece el sacrificio lavará con agua las entrañas y las patas y el sacerdote lo ofrecerá y lo quemará en el altar. Así se procederá al holocausto. El olor de la víctima consumida por el fuego apaciguará a Yavé.
14 Si la ofrenda a Yavé es de aves, presentará como ofrenta tórtolas o pichones. 15 El sacerdote presentará la víctima en el altar, le arrancará la cabeza, la quemarás obre el altar y exprimirá su sangre sobre la pared del altar. 16 Le quitará el buche y las plumas y las arrojará al lado oriental del altar en el lugar de las cenizas. 17 Abrirá el ave entre las alas, sin llegar a partirla. El sacerdote la quemará en el altar encima de la leña colocada sobre el fuego. Así se procederá al holocausto. El olor de la víctima consumida por el fuego apaciguará a Yavé.”

¡ “Yavé habló a Moisés”. Cada ley es introducida por esta expresión como si Moisés hubiera dictado todas las leyes que debían ponerse en práctica siglos después. Pero esa es una forma literaria y significa que la Ley guarda el espíritu de lo que Dios enseñó a Misés en el Sinaí, a pesar de que corresponde a tiempos muy posteriores.
Los hebreos, Abraham y los suyos, pradticaban los ritos y costumbres de sus antepasados. Siendo pastores, ofrecían sus animales en sacrificio. Después, en Canán, los israelitas encontrarán entre los cananeos paganos otros sacrificios, otros usos, de los cuales adoptarán varios. Sin embargo, la revelación hecha a Moisés en el Sinaí les da el criterio que va a orientar las formas de culto nuevas o antiguas:
-Dios es el Dios único, el Invisible que no necesita nada, pero  pide que sus fieles lo sirvan a él.
-Yavé es el Dios Santo, totalmente  diferente de toda criatura, y también Israel, consagrada a Dios, se deb econservar “santo”: separado de los demás pueblos.
-Yavé exige la justicia; la “pureza” exterior debe reflejar la santidad interior.
El pueblo judío tenía un solo santuario; el Templo de Jerusalén. Ahí acudían de todos los lugares para ofrecer sus sacrificios. El Templo, construido por el rey Salomón (ver 1 Reyes 6), era un edificio no muy grande (de unos 25 metros de largo por 15 de ancho) y sólo entraban en él los sacerdotes. El pueblo se reunía alrededor, en los patios pavimentados. En el patio principal había un altar grande, hecho de piedras macizas, el Altar de los  Holocaustos, o sea, de las víctimas totalmente quemadas. En ciertas ocasiones, parte de la sangre de la víctima se derramaba sobre otro altar mucho más pequeño, dentro del Templo.
Había varias clases de sacrificios. En la mayoría de ellos, los sacerdotes recibían como sueldo una parte de la víctima; la otra parte se la comían los donantes en un banquete de comunión. Por el contrario, en el holocausto nada se comía, sino que todo se ofrecía a Dios en señal de perfecta sumisión.
Los israelitas, como otros pueblos antiguos, consideraban que la vida de cada  ser está en su sangre (ver Gén 9,5) Por eso la sangre pertenecía a Dios y nadie la podía comer o beber. Al ofrecer la sangre del animal sacrificado, el israelita expresaba claramente que con ella ofrecía a Dios su propia vida (Lev 17,11) No sin motivo, Jesús quiso morir derramando su sangre, para mostrar la entrega total de su vida por obediencia al Padre y por amor a sus hermanos. La Carta a los Hebreos saca de los sacrificios judíos la enseñanza siguiente, que se cumplió en la Pasión de Jesús: “Sin sangre derramada no se borran los pecados” (Hebreos 9,22)
Hay que resaltar la repetida expresión “sin defecto”. Los profetas reprocharán al pueblo por no cumplir con este mandato (Mal 18,13) Se da a Dios cualquier cosa, lo que sobra, y no lo mejor de lo que tenemos.

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