7 1 Pobre de mí, pues me parezco a los que recogen espigas después de la siega o a los que rebuscan después de la siega o a los que rebuscan racimos después de la vendimia, pero no hay ni un racimito para probarlo ni una de esas primeras brevas que me gustan.
2 Los creyentes han desparecido del país, y entre sus habitantes no se encuentra ni siquiera un hombre justo. 3 Sus manos son buenas para hacer el mal; el príncipe es exigente; el juez se deja comprar; el poderoso decide lo que le conviene. 4 Su bondad es como cardo, su honradez peor que una hilera de espinos.
Tu castigo ha llegado el mismo día que te lo anunció tu centinela, y ahora no sabes qué hacer.
5 No crean en su compañero, ni confíen en su amigo, ni converses nada con la que se acuesta contigo. 6 Porque el hijo insulta a su padre; la hija se rebela contra su madre; la nuera contra su suegra, pues los enemigos de cada uno son las personas de su familia. 7 Pero yo miraré al Señor, esperando de Dios mi salvación, pues él me atenderá.
Poema del tiempo del destierro.
Jerusalén se levanta
8 No te alegres de mi desgracia, oh enemiga mía, pues si he caído, me levantará si ahora estoy a oscuras, Yavé es mi luz.
9 Por ahora debo soportar la cólera de Yavé, pues me rebelé contra él, mientras examina mi causa y me hace justicia; entonces me hará salir a la luz y me alegraré viendo la honradez de su conducta.
10 Cuando mi enemiga, que se burlaba de mí diciendo: ¿dónde se metió tu Dios?, vea esto, se sentirá avergonzada. Mis ojos se recrearán viendo cómo es pisoteada, igual que el barro de las calles.
11 Ya llega el día en que se reedificarán tus fortificaciones, el día en que se ampliarán tus fronteras, 12 el día en que vendrán a ti desde Asiria hasta Egipto, desde Tiro hasta el Eufrates, de uno a otro mar, de una a otra cordillera.
13 El país se convertirá en un desierto, como castigo por la mala conducta de sus habitantes.
14 Apacienta con tu vara a tu pueblo, al pequeño rebaño que te pertenece, y que permanece aislado en medio de matorrales, en una zona de excelentes pastizales. Concédele que pueda ir a pastar en Basan y en Galaad, como lo hacía antiguamente. 15 Permítenos que presenciemos los prodigios como cuando nos sacaste de Egipto. 16 Al verlo las naciones se sentirán derrotadas a pesar de todo su poderío, se taparán la boca con la mano y no querrán oír. 17 Morderán el polvo como la serpiente, como los reptiles que se arrastran por el suelo. Saldrán temblando de sus fuertes hacia Yavé nuestro Dios. En su presencia se sentirán despavoridos y asustados.
18 ¿Qué Dios hay como tú que aguanta la falta de respeto y que perdona la desobediencia de su grupo escogido? ¿Quién como tú que no se enoja por mucho tiempo, pues te gusta perdonar?
19 Por eso, una vez más te compadecerás de nosotros, pisotearás nuestras faltas. Tira, pues, al fondo del mar todos nuestros pecados.
20 Concede a Jacob tu fidelidad, a Abraham, tu amor, como lo juraste a nuestros padres desde hace mucho tiempo.
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