miércoles, 3 de noviembre de 2010

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7 1 El día de cuatro del noveno mes del cuarto año de reinado del rey Darío, Yavé volvió a hablar a Zacarías. 2 La ciudad de Betel había enviado una delegación presidida por Saresa y Reguem Melec; para que oraran ante Yavé 3 e hicieran a los sacerdotes de su templo y a los profetas esta consulta: “¿Debemos continuar con ayunos y penitencias en el mes de julio, como hasta ahora lo hemos hecho?”

La verdadera religión

4 Entonces Yavé de los Ejércitos me comunicó 5 que dijera a todos los habitantes del país y a los sacerdotes: “Cuando ustedes han ayunado y llorado en julio y en septiembre, durante setenta años, ¿lo han hecho realmente por mí? 6 ¿Quién hablaba de comer y de beber sino ustedes mismos? 7 Acaso ya se olvidaron de lo que decía Yavé por medio de los antiguos profetas? 8 En ese tiempo la gente vivía tranquila en Jerusalén y sus pueblos vecinos y los desiertos de Negueb y la Sefela estaban poblados.
9 Pues bien, esto es lo que Yavé decía por sus profetas y ahora me encarga de repetírselo a ustedes: “Actúen siempre con sinceridad. Sean buenos y compasivos con sus hermanos. 10 No opriman a la viuda ni al huérfano, al extranjero ni al pobre; no anden pensando cómo hacerle el mal a otro.”
11 Pero ellos no quisieron que les hablara, me dieron vuelta su espalda y se tapaban sus oídos para no escucharme; 12 endurecieron su corazón como el diamante. Rechazaron la Ley y los mensajes que Yavé de los Ejércitos les mandaba por medio de los antiguos profetas, a los cuales inspiraba. Yavé se enojó mucho con esto. 13 Por eso, les sucedió que así como él los había llamado sin que le hicieran caso, así también ellos gritaban sin que él los atendiera. 14 Más aún, los dispersó entre naciones, desconocidas para ellos y a sus espaldas dejaron un país desolado y sin alma viviente. Por culpa de ellos un país fértil se convirtió en un desierto.

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