viernes, 8 de octubre de 2010

17

17 1 Mi respiración va disminuyendo,
y mis días se van apagando
y ya no me queda más que el sepulcro.
2 ¿No soy acaso el blanco de las burlas
y no pasan mis ojos noches de amargura?
3 Coloca tú mismo mi fianza al lado tuyo,
ya que nadie quiere tocarme la mano.
4 Pero, si ninguna mano se levanta en mi favor,
es que tú mismo los volviste ciegos,
5 como quien reparte a sus amigos
mientras que sus hijos pasan hambre.
6 Ahora soy el comentario de todo el mundo,
y soy como uno a quien le escupen la cara.
7 Mis ojos se cierran de pena
y mis miembros se desploman como la sombra.
8 Los hombres correctos se asombran al verme,
los buenos se indignan: “Miren al pecador”
9 El justo se siente más firme en su camino,
el hombre de manos limpias redobla su energía.
10 Pero vuelvan ustedes y acérquense todos.
¡Así que no hay ni un sabio entre todos ustedes?
11 Mis días han pasado, mis planes han fracasado;
las ansias de mi corazón
12 me asaltan de noche como de día
y no me dejan dormir.
13 Mas, ¿qué espero?, pues entre los muertos está mi casa.
en las tinieblas he tenido mi cama,
14 al sepulcro le dije: “Tú eres mi padre”,
15 y a los gusanos: “Son mi madre y mis hermanos”
¿Dónde está mi esperanza?
¿Quién divisará para mí la felicidad?
16 ¿Acaso bajará conmigo al infierno
y nos hundiremos juntos en el polvo?”

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