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INTRODUCCIÓN AL ECLESIASTÉS
Tal vez el Eclesiastés resumió lo esencial de su pensamiento en este versículo del capítulo 3: “Dios hace que cada cosa llegue a su tiempo, pero también nos invita a mirar el conjunto, y nosotros no somos capaces de descubrir el sentido global de la obra de Dios.” (3,11-14; 8,16-17)
Es decir, que la grandeza del hombre y su superioridad sobre el animal está en que busca el porqué de las cosas y quiere saber lo que es lo que hace en el mundo.
Dueño del universo, el hombre, creado a la imagen de dios, lo es de alguna manera. Sin embargo, no es más que el servidor hecho de barro a quien Dios impuso la tarea penosa de buscar siempre. Es pretensión irrealista pensar que el hombre pueda algún día aclarar satisfactoriamente el sentido de su propia vida o solucionar definitivamente las tensiones y conflictos que desgarran a la humanidad.
El Eclesiastés resalta numerosas deficiencias de la condición humana. No lo hace como para decir: Miren que la vida es engañosa; piense, pues, en las cosas de Dios. Más bien nos enseña que todas estas deficiencias son la consecuencia de otra más fundamental: el hombre es un ser mortal y limitado. No nos lleva ala pasividad, más bien nos invita a no perder tiempo ni gastar nuestras energías en ilusiones, sino a vivir plenamente el momento presente, solucionando día tras día los problemas que están a nuestro alcance y gozando hoy mismo la felicidad que Dios reservó para este día. Y lo demás se deja a Dios.
Y la religión, ¿no nos da una explicación de todas las cosas? El Eclesiastés no lo piensa así. Pues si bien los mandamientos de Dios nos enseñan un camino recto, no solucionan muchos problemas, ni contestan muchas incógnitas. En aquel tiempo, la gente piadosa afirmaba que Dios recompensa al bueno y castiga al malo en la vida presente. Esto lo niega el Eclesiastés, apoyándose en los hechos. Lo mismo ahora, pensemos en algunas afirmaciones satisfactorias y tranquilizadoras para el creyente, pero que no son evidentes para quien examina con honradez la realidad; por ejemplo, se dice: que los que creen y que reciben los sacramentos son mejores que los demás, o que la Iglesia tiene la solución de los problemas sociales, o que todos los hombres sinceros deben reconocer la verdad del cristianismo.
El que escribió este libro, en el siglo IV o III antes de Cristo, hizo lo que ahora hacen muchos escritores y poetas, que firman sus obras con un seudónimo, o sea un nombre inventado. Presenta sus enseñanzas como si fuera la del rey Salomón, hijo de David. Se sabe que Salomón tenía reputación de hombre muy entendido en la sabiduría humana. Aquí Salomón es llamado “el Eclesiastés”, o sea el que convoca la asamblea para enseñar a sus hermanos.
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