jueves, 2 de septiembre de 2010

5

5 1 No seas precipitado en el hablar, ni te comprometas con Dios a la ligera, porque Dios está en el cielo y tú en la tierra. Por eso, sé hombre de pocas palabras.
2 Porque de las muchas preocupaciones nacen los sueños y del hablar sin parar, las palabras alocadas.
3 Si haces una promesa a Dios, no te demores en cumplirla, porque a Dios no le gustan los alocados, cumplir la promesa que hiciste. 4 Más vale no hacer votos que hacer y no cumplirlos.
5 No dejes que tu boca te haga pecar ni vayas a decir después al representante de Dios que no lo hiciste adrede. ¿Para qué harías enojarse a Dios con una palabra tuya, para qué, después haga fracasar tus empresas? 6 Pues en los largos sueños hay muchas ilusiones, y lo mismo en las muchas palabras. Por eso, teme a Dios.
7 Si en una región ves al pobre oprimido y el derecho y la justicia pisoteados, no te sorprendas, ya que sobre una autoridad hay otra y así sucesivamente. 8 Ves cómo la tierra produce para todos y, al final, el rey depende de ella.
9 El que ama el dinero nunca tiene bastante, al que ama el lujo, siempre se le harán pocas sus entradas. Esto también es absurdo. 10 Donde hay muchas riquezas abundan los aprovechadores. ¿Y qué saca su dueño con tenerlas? Sólo el gusto de verlas. 11 El sueño del obrero es tranquilo, haya comido poco o mucho, pero la saciedad del rico no le permite dormir.
12 Hay un mal doloroso que veo bajo el sol: El rico que guarda sus riquezas para su desgracia. 13 En un mal negocio, pierde sus riquezas, y si tenía un hijo, a éste no le queda nada.
14 Así como salió desnudo del seno de su madre, así se volverá, tal como vino; y nada podrá llevarse de cuanto consiguió. 15 Esto también es una enorme desgracia, que tenga que irse tal como llegó. ¿De qué sirve entonces trabajar para el viento?
16 Y además se pasa la vida en la oscuridad, las penas, los sufrimientos y las amarguras.
17 He comprobado esto: la felicidad que le conviene al hombre es comer, beber y gozar de bienestar en el trabajo que se da bajo el sol, durante los años que Dios le concede, porque esa es su parte. Y si Dios le da riquezas y bienes, que goce y aproveche de ellas y del fruto de su trabajo, porque es un don de Dios. A lo menos, no piensa en lo que durará su vida, mientras Dios le llena de alegría el corazón.

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