lunes, 6 de septiembre de 2010

23

23 1 Si te sientas a la mesa de un grande, cuídate de lo que hay frente a ti, 2 si sientes demasiado apetito, pones un cuchillo a tu garganta. 3 No codicies sus guisos delicados: es un alimento engañoso.
4 No te fatigues por tener riqueza, no pienses en ella.
5 Si fijas en ella los ojos, ya no existe. Porque sabe ponerse alas y como el águila, vuela al cielo.
6 No comas el pan del hombre malo, ni codicies sus delicados manjares. 7 Todo es apariencia, menos lo que medita en sí mismo. Te dice: “Come y bebe”, pero no es sincero. 8 Vomitarás el bocado apenas tragado y perderás tus palabras aduladoras.
9 No hables a oídos necios: no sabrán apreciar tus discursos.
10 No cambies los límites antiguos, no te apoderes del campo del huérfano, 11 porque su Vengador es poderoso, él asumirá su querella en tu contra.
12 Aplica tu corazón a la instrucción tus oídos a las palabras sabias.
13 No ahorres la corrección al joven; si lo castigas, no va a morir. 14 Con darle unos varillazos lo librarás de la perdición.
15 Hijo mío, si tu corazón es sabio, mi propio corazón se alegrará. 16 Y me regocijaré en todo mi ser cuando hables con criterio.
17 No envidies a los pecadores, sino que cada día temas a Yavé, 18 pues habrá un porvenir y tu esperanza no será defraudada.
19 escucha, hijo mío, hazte sabio, y tu corazón irá derecho en su camino.
20 No te cuentes entre los que se emborrachan convino ni con los que se llenan de carne, 21 porque el bebedor y el glotón se empobrecen y la flojera se vestirá de harapos. 22 Escucha a tu padre, al que te engendró, no desprecies a tu madre cuando llegue a vieja.
23 Adquiere la verdad, no la vendas; adquiere sabiduría, disciplina, inteligencia.
24 ¡Cómo se siente feliz el padre de un hombre justo! ¡Cómo se alegra el que ha dado la vida al sabio! 25 Que tu padre y tu madre se regocijen y que se alegre la que te dio a luz.
26 Hijo mío, préstame atención, que tus ojos se deleiten en mis caminos. 27 Debes saber que la prostituta es un abismo profundo, y la mujer desconocida un pozo estrecho. 28 Como un ladrón está al acecho, y multiplica entre los hombres los pecadores.
29 ¿Para quién los ayes y los lamentos?, ¿para quién las quejas y los suspiros?, ¿para quién los golpes sin razón?, ¿para quién los ojos que ven doble?
30 Para los que se dan al vino y andan en busca de vino combinado.
31 No mires el vino: ¡Qué rojo! ¿Cómo brilla en la copa! ¡Qué suavemente pasa!
32 Acaba por morder como una serpiente y picar como víbora. 33 Tus ojos verán cosas extrañas, y te pondrás a hablar tonterías. 34 Serás como un hombre acostado en alta mar, o sobre la punta del timón: “Me pegaron, pero no me duele. 35 Me golpearon, pero no sentí nada. ¿Cuándo despertaré? Iré a buscar más.”

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