miércoles, 1 de septiembre de 2010

12

12 1 Acuérdate de tu Creador en el tiempo de tu juventud, antes de que lleguen los días amargos y los años en que debas decir: “No encuentro placen en ellos.”
2 Antes de que se oscurezca el sol, la luz, la luna y las estrellas,
y de que las nubes vuelvan después de llover.
3 Cuando tiemblen los guardias de la casa,
cuando se encórvenlos hombres fuertes,
y cesen las que muelen, por ser muy pocas,
y se queden ciegos los que miran por las ventanas,
4 y se cierren las puertas de la calle,
y se debilite el ruido del molino,
y el ave deje de cantar,
y cesen los cánticos.
5 Cuando se teman las subidas
y se tenga temor de caminar.
Cuando el almendro esté florido,
se ponga pesada la langosta
y se caiga la alcaparra.
Porque el hombre se va a su morada de eternidad,
y las lloronas circulan ya por las calles.
6 Se suelta el hilo de plata
y se quiebra la lámpara de oro,
y se estrella el cántaro en la fuente
y se rompe la polea del pozo.
7 Y vuelve el polvo a la tierra
adonde antes estaba,
y el espíritu retorna a Dios.
Porque él es quien lo dio.
8 No hay razón,
dice el Predicador, el Eclesiastés.
¡Todo es absurdo!

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