lunes, 9 de agosto de 2010

10

10 1 Cada mañana Tobit contaba los días de la ida y la vuelta. Cuando se cumplió el plazo y su hijo no regresaba, 2 pensó: “ A lo mejor se entretuvo allá, o quizá haya muerto Gabael y no hay nadie que le entregue el dinero” 3 y se puso triste. Ana, su esposa, decía: 4 “Mi hijo ha muerto”, y lloraba, diciendo: 5 “¿Por qué te dejé marchar? ¡Luz de mis ojos!” 6 Tobit le dijo: “Cálmate, hermana, no te preocupes. El está bien.” Ella replicó: 7 “Sí, mi hijo ha muerto, no me engañes” y todos los día salía al camino por donde se había ido su hijo. De día no comía y, en las noches, lloraba sin poder dormir.
8 Cuando pasaron los catorce días que Ragüel había prometido celebrar en honor de su hija, Tobías se presentó a él y le dijo: “Déjame regresar, porque seguramente mis padres deben pensar que ya no me verán más.” 9 Ragüel le respondió: “Quédate conmigo y yo mandaré mensajeros a tu padre para darle noticias tuyas.” Tobías dijo: “No. Déjame ir al lado de ellos.” 10 Entonces Ragüel le entregó a su esposa Sara y la mitad de todos sus bienes: bueyes, carneros, burros, camellos, ropas, plata y utensilios, 11 y los despidió con alegría. Al despedirse de Tobías le dijo: “Adiós, hijo, buen viaje. Que el Señor te guíe a ti y a tu esposa Sara por buen camino. ¡Ojalá alcance a ver a tus hijos antes de morir!”
12 A su hija Sara le dijo: “Respeta a tus suegros, pues desde ahora son tus padres, igual que nosotros que te dimos la vida. Anda en paz, hija, y que siempre tenga buenas noticias tuyas.” Los abrazó y les dejó partir. Por su parte, 13 Edna dijo a Tobías: “Hijo querido ¡Ojalá que vuelvas para que yo vea tus hijos antes de morir! Confío mi hija a tu protección. N ole causes tristezas.”
14 Tobías salió de casa de Ragüel bendiciendo a Dios, que había llevado su viaje a un tan feliz éxito, y bendijo a Ragüel y a su esposa Edna.

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