viernes, 4 de junio de 2010

120 (119)

Frecuentemente los peregrinos venían al templo con muchas preocupaciones: unos no estaban en paz con sus vecinos, otros se quejaban de no vivir entre creyentes sino entre paganos. Anhelaban la paz que Dios da a los que se acercan a él.

1 Al Señor, en mi pena yo invoqué
y él me puso atención.

2 ¡Oh Señor, salva mi alma
de los labios que engañan,
de la lengua traidora!

3 ¿Qué te dará o qué te agregará,
oh lengua traicionera?
4 Flechas muy puntiagudas de guerrero
y brasas de retama.

5 ¡Ay de mí que, en Mese, debo vivir
y habitar en las carpas de Quedar!
6 Mucho tiempo he tenido que vivir
con los que odian la paz.

7 La paz yo quiero, pero apenas hablo
ellos arman la guerra.

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