El señor ha resucitado
(Mc. 16,8 Mt. 28,1)
24 1 El primer día de la semana, muy temprano, fueron al sepulcro con los perfumes que habían preparado. 2 Pero se encontraron con que la piedra que cerraba el sepulcro había sido removida y, 3 al entrar, no encontraron el cuerpo del Señor Jesús.
4 No sabían qué pensar, pero, en ese momento, vieron a su lado dos hombres con ropas fulgurantes. 5 Se asustaron mucho, y no se atrevían a levantar los ojos del suelo. Ellos les dijeron: “¿por qué buscan entre los muertos al que vive? 6 No está aquí. Resucitó. Acuérdense de lo que les dijo cuando todavía estaba en Galilea: 7 El hijo del Hombre debe ser entregado en manos de los pecadores y ser crucificado y resucitado al tercer día.” 8 Ellas entonces recordaron las palabras de Jesús.
9 A la vuelta del sepulcro, les contaron a los Once y a todos los demás lo que les había pasado. 10 Eran María de Magdala, Juana y María, madre de Santiago. También las demás mujeres que estaban con ellas decían lo mismo a los apóstoles. 11 Pero los relatos de las mujeres les parecieron puros cuentos y no les hicieron caso. 12 Sin embargo, Pedro partió corriendo al sepulcro. Al agacharse no vio sino los lienzos. Y volvió a casa muy sorprendido por lo ocurrido.
Jesús se presenta a sus apóstoles
(Jn 20,19)
36 Mientras estaban hablando de todo esto, Jesús se presentó en medio de ellos. 37 Les dijo: “Paz a ustedes.” Estaban atónitos y asustados, pensando que veían a algún espíritu.
38 Pero él les dijo: “¿Por qué se asustan tanto, y por qué les vienen esas dudas? 39 Miren mis manos y mis pies, soy yo. Tóquenme y fíjense bien que un espíritu no tiene carne ni huesos, como ustedes ven que yo tengo.” 40 Y al mismo tiempo les mostró sus manos y sus pies. 41 Y como, en medio de tanta alegría, no podían creer y seguían maravillados, les dijo: “¿Tienen aquí algo de comer?”
42 Ellos le ofrecieron un pedazo de pescado asado 43 y él lo tomó y comió ante ellos.
Los discípulos de Emaús
(Mc 16,12)
13 Ese mismo día, dos discípulos iban de camino a un pueblecito llamado Emaús, a unos treinta kilómetros de Jerusalén, 14 conversando de todo lo que había pasado.
15 Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se les acercó y se puso a caminar a su lado, 16 pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran. 17 Jesús les dijo: “¿Qué es lo que van conversando juntos por el camino?” Ellos se detuvieron, con la cara triste. 18 Uno de ellos, llamado Cleofás, le contestó: “¿Cómo, 25 Entonces Jesús les dijo: “¡Qué poco entienden ustedes y cuánto les cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas! 26 ¿No tenía que ser así y que el Cristo padeciera para entrar en su Gloria?”
27 Y comenzando por Moisés y recorriendo todos los profetas, les interpretó todo lo que las Escrituras decían sobre él. 28 Cuando ya estaban cerca del pueblo al que ellos iban, él aparentó seguir adelante. 29 Pero le insistieron, diciéndole: “Quédate con nosotros, porque cae la tarde y se termina el día.” Entró entonces para quedarse con ellos. 30 Una vez que estuvo a la mesa con ellos, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. 31 En ese momento se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero ya había desaparecido. 32 Se dijeron uno al otro: “¿No sentíamos arder nuestro corazón cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?”
33 Y en ese mismo momento se levantaron para volver a Jerusalén. Allí encontraron reunidos a los Once y a los de su grupo. 34 Estos les dijeron: “¡Es verdad! El Señor resucitó y se dejó ver por Simón.”
35 Ellos, por su parte, contaron lo sucedido en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Jesús da sus últimas instrucciones
44 Jesús les dijo: “Todo esto se lo había dicho cuando estaba todavía con ustedes. Tenía que cumplirse lo que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos respecto a mí.”
45 Entonces les abrió la mente para que lograran entender las Escrituras y les dijo: 46 “Esto estaba es rito: los sufrimientos de Cristo, su resurrección de entre los muertos al tercer día 47 y la predicación que ha de hacerse en su Nombre a todas las naciones, comenzando por Jerusalén, 48 invitándoles a que se conviertan y sean perdonadas de sus pecados. Y uste4des son testigos de todo esto. 49 Ahora yo voy a enviar sobre ustedes al que mi Padre prometió. Por eso, quédense en la ciudad hasta que hayan sido revestidos de la fuerza que viene de arriba.”
50 Jesús los condujo hasta cerca de Betania y, levantando las manos, los bendijo. 51 Y, mientras los bendecía, se alejó de ellos y fue llevado al cielo.
52 Ellos se postraron ante él y volvieron muy alegres a Jerusalén, 53 donde permanecían constantemente en el Templo alabando a Dios.
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