Juan, según se cree, era el más joven de los discípulos y, posiblemente, pertenecía a una familia de sacerdotes. Su Evangelio no se parece al os primeros tres. Para escribirlo, tomó como base uno de esos relatos que se usaban para la catequesis y que encontramos poco modificados en Mateo, Marcos y Lucas. Pero, ciñéndose a unos pocos dichos y milagros de Jesús (solamente siete milagros, cifra simbólica), desarrolló a su manera, lo que contenían las palabras de Jesús y lo que comprendió en ellas con el correr del tiempo.
Es seguro que compuso, reordenó y completó estas páginas durante largos años. Cuando murió, muy anciano, como en el año 95, sus discípulos, publicaron este trabajo. Esta redacción laboriosa explica las repeticiones y, en numerosos lugares, un desorden aparente que, sin embargo, disimula una composición muy estudiada.
“Esto ha sido escrito para que crean que Jesús es el Hijo de Dios…” (20,31). Siendo Jesús el Hijo eterno de Dios hecho hombre, no vino para solamente enseñarnos a ser mejores o más religiosos, sino para transformar la creación y para hacer de nosotros los verdaderos hijos de Dios. Ver al respecto la primera Carta de Juan, que es como un complemento del Evangelio.
La palabra de Dios se hizo hombre
1 1 Al principio era el Verbo,
y frente a Dios era el Verbo,
y el Verbo era Dios:
2 El estaba frente a Dios al principio.
3 Por El se hizo todo
y nada se hizo sin El.
4 Lo que por El se hizo era vida:
y esa vida era luz para los hombres.
5 La luz brilla en las tinieblas
y las tinieblas no pudieron vencer la luz.
6 Vino un hombre de parte Dios:
éste se llamaba Juan.
7 Vino para dar testimonio;
vino como testigo de la luz,
para que, por él, todos creyeran.
8 No era él la luz,
pero venía como testigo de la luz.
9 Porque la luz llegaba al mundo,
la luz verdadera
que ilumina a todo hombre.
10 Ya estaba en el mundo,
y por El se hizo el mundo,
este mundo que no lo conoció.
11 Vino a su propia casa
y los suyos no lo recibieron.
12 Pero a todos los que lo recibieron,
les concedió ser hijos de Dios:
éstos son los que creen en su Nombre.
13 Pues aquí se nace sin unión física,
ni deseo carnal,
ni querer de hombre:
éstos han nacido de Dios.
14 Y el Verbo se hizo carne,
y habitó entre nosotros.
Hemos visto su Gloria,
la que corresponde al Hijo Único
cuando su Padre lo glorifica.
En él estaba la plenitud del Amor y de la Fidelidad.
15 Juan le dio testimonio, pues proclamó:
“Es éste delque les decía:
el viene después de mí,
pero ya está delante de mi,
porque era antes que yo.”
16 Esa plenitud suya
es de la que todos recibimos
en una sucesión de gracias y favores.
17 Dios nos había dado la Ley, por medio de Moisés,
pero, por Cristo Jesús, llegó el Amor y la Fidelidad.
18 A Dios, nadie lo ha visto jamás;
pero está el Hijo, el Único, en el seno del Padre:
El lo dio a conocer.
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