sábado, 29 de octubre de 2011

INTRODUCCIÓN A LAS CRÓNICAS

A los que queremos conocer la historia de Israel, las Crónicas no nos enseñan muchas cosas nuevas, pues se volvió a escribir en ellas lo que ya estaba relatado en los libros de Samuel y de los Reyes. La diferencia está en la manera de seleccionar los hechos y de presentarlos.
El autor de las Crónicas quiso demostrar que el porvenir del pueblo judío estaba en la fidelidad a la Ley de Moisés y las prescripciones del culto.
Pues, en su tiempo, los judíos ya no eran un pueblo independiente, sino una provincia más o menos autónoma del imperio persa. Y, entre ellos, iba creciendo el deseo de ser una "teocracia", es decir, un reino de Dios, dirigido en su nombre por los sacerdotes. trataban de olvidar a los administradores persas que los dejaban bastante libres, y organizaban la vida nacional en torno al Templo y la Ley de Moisés. Esperando la venida del "Hijo de David", solían decir: "Si un día entero se observara puntualmente la Ley en todo el país, el Mesías llegaría."
Por eso el autor se interesa casi únicamente por historia de los reyes de Judá, descendientes de David. Si bien nos entrega una lista de los antepasados de éste, que se remonta ¡hasta Adán!, en cambio, no dice ni una palabra del reino de Israel, en que vivió la mayoría del pueblo escogido, porque éste se apartó del reino de David. El autor nos comunica muchos detalles pintorescos que no están en los libros de Samuel y de los reyes, pero, habitualmente, su relato nos parece algo irreal y aburrido. Además, llevado por su fe entusiasta, le gusta ampliar las cifras, y deforma a veces la realidad para dar más fuerza a sus tesis (comparar 1 Reyes 22,50 y 2 Crón 20,35, 2 Sam 12,31 y 1 Crón 20,3)
¿Qué provecho sacaremos de esta lectura? Encontraremos en cada página la certeza de que el pueblo creyente no debe tener otra ambición que la de cumplir la voluntad de Dios; los demás éxitos le vendrán como un regalo suyo. Nos recuerda, además, que el pueblo de Cristo, a pesar de que ahora no tiene fronteras visibles, ni vive aislado en medio delos demás hombres, no puede perder su originalidad para fundirse en la masa común. El creyente no se asemejará en todo al que no cree, ni podrá pensar en todo como é. Tiene su misión propia y cuida la unidad visible de la Iglesia en torno a los que Dios puso en ella para ser sus representantes.

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