martes, 14 de junio de 2011

51

Dios salvará a los hijos de Abraham

51 1 Escúchenme ustedes, que anhelan la justicia y que buscan a Yavé.
2 Miren la piedra de que fueron tallados y el corte en la roca de donde fueron sacados.
Miren a Abraham, su padre,
y Sara, que los dio a luz,
él, que era uno solo cuando lo llamé,
se multiplicó luego que lo bendije.
3 Sí, Yavé se compadeció de Sión y de sus ruinas.
Transformará su desierto en un Paraíso
y su sequedad en un Jardín de Yavé.
Entonces se lo agradecerán tocando música
y lanzando vivas de entusiasmo y de alegría.
4 Pueblos, póngame atención,
y escúchenme naciones:
Porque mi Ley
y mi preocupación por su cumplimiento
servirán de luz a los pueblos.
5 Yo haré aparecer de repente mi Justicia,
mi salvación llegará como la luz.
Mi brazo va a juzgar a los pueblos.
Las islas esperan en mí
y cuentan con la ayuda de mi brazo.
6 Levanten los ojos al cielo y miren después al suelo.
Los cielos se evaporarán como el humo
y la tierra se gastará como la ropa.
Sus habitantes morirán como moscas
pero mi salvación durará para siempre
y mi justicia nunca se acabará.
7 Atiéndanme, ustedes que saben lo que es correcto,
pueblo que tienes mi ley en tu corazón.
No teman las injurias de los hombres
ni se desmoralicen por sus insultos.
8 Porque la polilla los roerá como ropa,
y sus larvas se los comerán como lana.
Pero mi justicia durará para siempre
y mi salvación seguirá de generación en generación.

Despiértate, Yavé

9 ¡Despiértate, despiértate con toda tu fuerza, brazo de Yavé!
Despiértate como en las épocas anteriores,
como en tiempos de las generaciones pasadas.
¿No eres tú quien destrozó a Rahab, y traspasó al dragón?

10 ¿No eres tú el que secó el mar
y las aguas del océano
e hiciste del fondo del mar un camino
para que pasaran los que habías liberado?

11 Así volverán los que ha salvado Yavé
y vendrán a Sión entre gritos de alegría,
una dicha eterna resplandece en sus rostros.
¡Alegría y felicidad los acompañarán,
y lejos quedarán las penas y los suspiros!

12 “Yo, yo soy el que te consuela.
¿Por qué le tienes miedo a los hombres que mueren,
A un hijo de hombre que desaparecerá como el pasto?”

13 Tú te has olvidado de Yavé, que te creó,
que extendió los cielos y que fundó la tierra,
y te lo pasas siempre asustado al ver la rabia del tirano,
que trata, por todos los medios, de destruirte.
Pero, ¿dónde está ahora su rabia?

14 Muy pronto saldrá en libertad el que está postrado;
no morirá, no irá a la fosa, ni le faltará más el pan.
15 Yo soy Yavé, tu Dios, que muevo el mar y hago rugir sus olas,
mi nombre es Yavé de los Ejércitos.

16 He colocado mis palabras en tu boca,
y te he escondido bajo mi mano,
cuando estiraba los cielos y echaba los cimientos de la tierra,
diciéndole a Sión: “Tú eres mi pueblo.!

17 ¡Despierta, despierta, levántate, Jerusalén!
Tú que te serviste de la misma mano de Yavé
la copa que contenía su enojo
y que hace perder los sentidos.
Te la tomaste hasta dejarla vacía.

18 Ella, que tuvo tantos hijos,
no tiene ni uno para que la lleve;
y, de todos los hijos que crió,
no queda nadie para que la sostenga.

19 ¿Quién te dará el pésame
por estas dos desgracias que te han ocurrido,
a saber: saqueo y ruina, hambre y espada?
20 Tus hijos están tirados, sin fuerzas, en las esquinas de las calles,
como un huemul en una trampa,
desmayados por el enojo de Yavé,
por las amenazas de tu Dios.

21 Por esto, óyeme, infeliz,
que te has embriagado con algo que no es vino.
22 Así te habla tu Señor, Yavé,
tu Dios, defensor de tu pueblo:

Yo quito de la mano la copa que hace perder los sentidos,
la copa de mi enojo;
tú ya no volverás a tomarla.
23 Yo se la pasaré a los que te torturaban y que decían:
Agáchate, para que pasemos por encima.
y tu espalda quedó como un camino por donde pasaba la gente.

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