viernes, 29 de abril de 2011

14

La gran sequía

14 1 Estas son palabras dirigidas a Jeremías a propósito de la gran sequía:
2 Judá está de duelo, y sus ciudades, sedientas,
el campo está enlutado y de Jerusalén suben lamentos.
3 Los ricos mandaron a los pobres a buscar agua;
4 fueron a los pozos y no encontraron,
y volvieron con sus cántaros vacíos.

Ya no produce la tierra por falta de lluvia
y los campesinos andan apenados,
cubierta la cabeza en señal de luto.

5 Hasta los animales del campo abandonan sus crías
porque no hallan pasto.
6 Los asnos se paran sobre los cerros pelados,
aspiran el aire como suelen hacer los chacales,
y desfallecen porque no hay ni un cardo.

7 Aunque nuestras faltas nos acusen,
tú, Yavé, obra para gloria de tu Nombre
En verdad, muchas son nuestras rebeldías,
y grande nuestro pecado contra ti.

8 Oh, Yavé, esperanza de Israel,
que nos salvas en tiempo de angustia,
¿por qué te portas como extranjero en este país,
o como huésped por una sola noche?
9 ¿Por qué has de ser como un hombre aturdido,
como un guerrero que no salva a los suyos?

Pues tú estás entre nosotros, Yavé,
y sobre nosotros fue invocado tu Nombre: no nos desampares.

Respuesta de Dios:
No intercedas por este pueblo

10 Así se expresa Yavé de este pueblo: ¡Cómo les gusta correr de acá para allá, si no paran un momento! Yavé no los quiere, pues se recuerda ahora de sus crímenes y del castigo que merecen.
11 Y añadió Yavé: No ruegues por la felicidad de este pueblo. 12 Aunque ayunen, no escucharé su súplica, aunque me presenten holocaustos y ofrendas, no los aceptaré. Al contrario, me preparo para acabar con ellos, por la espada, el hambre y la peste.
13 Yo exclamé: ¡Señor Yavé! Mira cómo los profetas andan diciendo: “Ustedes no verán la espada, ni sufrirán de hambre sino que les voy a dar una paz que dure, eso es lo que profetizan.
14 Por consiguiente, así habla Yavé: Estos profetas, que profetizan en mi nombre, siendo que yo no los he mandado, y que declaran que en este país no habrá ni espada ni hambre; estos profetas morirán, justamente, por espada y por hambre.
16 En cuanto a la gente a quienes profetizaban, quedarán tirados por las calles de Jerusalén, víctimas del hambre y de la espada; pues no habrá nadie para enterrarlos, ni a sus mujeres, ni a sus hijos e hijas. Haré recaer sobre ellos mismos su maldad.
17 Les dirigirás estas palabras:
De mis ojos están brotando lágrimas, día y noche, sin parar, porque un gran mal aqueja a la hija de mi pueblo, una herida muy grave. 18 Si saldo alcampo, veo personas atravesadas por la espada; si me vuelvo a la ciudad, encuentro a la gente torturada por el hambre.
La razón de esto es que los mismos profetas y sacerdotes no han entendido lo que pasaba en su país.

Nueva intervención de Jeremías

19 ¿Has rechazada para siempre a Judá, o tu alma está aburrida con Sión?
¿Por qué nos has herido sin esperanza de mejorar?
Esperábamos la paz, y ninguna cosa buena llegó,
la hora de nuestra mejoría, y se presentó el susto.
20 Reconocemos, Yavé, nuestra maldad,
la perversidad de nuestros padres.
y que también nosotros hemos pecado contra ti.
21 No nos desprecies más por el honor de tu Nombre;
no profanes más el trono de tu Gloria.
Acuérdate de nosotros y no anules tu alianza con nosotros.
22 Pues, ¿hay acaso, entre los ídolos de los paganos, quien haga llover,
o son los cielos los que dan la lluvia?
¿No eres tú únicamente, Yavé?
¡Oh Dios nuestro, sólo en ti esperamos
porque tú eres quien ha hecho todas estas cosas!




No hay comentarios:

Publicar un comentario