lunes, 19 de julio de 2010

7

7 1 Yo mismo soy un hombre mortal, semejante a todos los demás, un descendiente del primer ser hecho de tierra. Mi carne fue formada en el seno de mi madre, 2 donde en nueve meses su sangre me formó a partir del semen paterno y el placer, seguido de sueño.
3 Yo también, al nacer, respiré el aire común, caí en la tierra que a todos nos recibe por igual, y como todos, mis primeros gritos fueron el llanto.
4 Fui criado en pañales y rodeado de cuidados. 5 Ningún rey entró en la vida de modo diferente; 6 no hay para todos sino una sola entrada y una misma salida.

Pedí y se me concedió la sabiduría

7 Por eso pedí, y se me concedió la prudencia, supliqué y me vino el espíritu de Sabiduría.
8 La preferí más que las coronas y tronos, considerando que toda riqueza no es nada comparada a ella. 9 La piedra más preciosa no la reemplaza; en su presencia todo el oro del mundo no es más que un puñado de arena, y la plata, barro.
10 La amé más que la salud y hermosura, y la quise más que la luz del día, porque su luz no conoce ocaso. 11 Todos los bienes me llegaron a la vez con ella, abundantes riquezas me trajo en su mano.
12 Y me alegré al tener todos estos bienes porque me los daba la sabiduría, aunque yo no sabía que ella me los iba a traer.
13 La aprendí con sencillez, y la comunico sin envidia, no quiero guardar para mí sus riquezas.
14 Ella es, para el hombre, un tesoro inagotable; los que la compran se atraen, la amistad de Dios, encomendados a él por los frutos que sacaron de sus enseñanzas.
15 Que Dios me conceda hablar con sensatez y expresar ideas dignas de los dones que recibí, puesto que él mismo es el guía de la Sabiduría y él dirige a los sabios.
16 Pues nosotros y nuestras palabras estamos en sus manos, con toda nuestra inteligencia y habilidad.
17 El me dio el verdadero conocimiento de lo que existe, me hizo conocer la estructura del mundo y las propiedades de los elementos, 18 el principio, el fin y la mitad de las estaciones, 19 el avance del año y las posiciones de los astros; 20 la naturaleza de los animales y los instintos de las fieras, las fuerzas espirituales y los pensamientos de los hombres, las variedades de las plantas y las propiedades de las raíces.

El reflejo de la luz eterna

21 Yo conocí todo lo que se ve
y lo que está oculto,
porque la Sabiduría lo hizo todo,
y me lo enseñó.
22 En ella hay un espíritu inteligente, santo, único,
múltiple, delicado, móvil, distinto, claro,
puro y que no se corrompe
amante del bien, agudo,
23 irrefrenable, bienhechor, amigo del hombre,
firme, seguro, sereno,
que puede hacer todo y observa todo.

Ella penetra en todos los espíritus:
los inteligentes, los puros y los delicados.
24 La Sabiduría supera en movilidad
a cualquier cosa que se mueva,
todo lo atravgiesa y lo penetra, gracias a su pureza.

25 Ella es un derrame del poder de Dios,
una emanación pura de la Gloria del Todopoderoso
en la cual no penetra ninguna cosa manchada.
26 Es un reflejo de la luz eterna,
un espejo limpio de la actividad de Dios,
una imagen de su perfecta bondad.
27 Siendo única lo puede todo,
sin salir de sí misma lo renueva todo,
viene a las almas santas a lo largo de los tiempos
y hace de ella amigos de Dios y profetas,
28 porque Dios ama solamente a los que viven con la sabiduría.

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