lunes, 28 de junio de 2010

30 (29)

Te alabaré porque me has librado.- Nada hay definitivo en esta vida. El Señor alterna para cada uno alegrías y pruebas, según lo necesitemos para crecer en la fe. Muy a menudo, nos dejamos sorprender: la prueba nos abate, como si Dios ya no existiera, y cuando vienen los favores de Dios, no nos atrevemos a creer que sea verdad.

2 Te alabaré, Señor, porque me has librado y no dejaste que mis enemigos se rieran de mí.
3 ¡Oh Señor y Dios mío, clamé a ti y me has sanado.
4 Señor, tú sacaste mi alma del abismo, me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.
5 Que sus fieles canten al Señor y den gracias a su santo Nombre.
6 Porque su enojo dura unos momentos y su bondad la vida entera. Al atardecer nos visita el llanto, y por la mañana la alegría.
7 Yo pensaba muy seguro: jamás seré perturbado.
8 Tu bondad, Señor, me aseguraba honor y poder; pero apenas escondiste tu rostro, quedé desconcertado.
9 Señor, a ti clamo e imploro la misericordia de Dios.
10 ¿Qué ganas con mi muerte? ¿Qué ganas con que yo baje al sepulcro? ¿Te alabará el polvo de los muertos, o dará gloria a tu lealtad?
11 Señor, escúchame y ten piedad de mí; Señor, sé mi ayuda.
12 Convertiste mi duelo en alegre danza, me sacaste el vestido de penitencia y me vestiste de alegría.
13 Por eso, que mi alma cante y no se calle. Señor, Dios mío, yo te quiero alabar eternamente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario