viernes, 22 de enero de 2010

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5 1 Todo Sumo Sacerdote es tomado de entre los hombres y es establecido para ser su representante ante Dios. Le corresponde presentar a Dios ofrendas y víctimas por el pecado 2 y para eso, tiene que sentirse solidario con los ignorantes y los extraviados. También a él lo asedia su debilidad 3 y, por eso, debe ofrecer sacrificios por el pecado, tanto por sí mismo como por el pueblo. 4 Además, ninguno se apropia de esta dignidad, sino que debe ser llamado por Dios, tal como lo fue Aarón.
5 Tampoco Cristo se atribuyó el honor de ser Sumo Sacerdote, sino que se lo otorgó Aquel que dice: Tú eres mi Hijo; hoy mismo te he dado vida. 6 Y en otro lugar, se dijo: Tú eres Sacerdote para siempre, a semejanza de Melquisedec.
7 Cristo, en los días de su vida mortal, ofreció su sacrificio con lágrimas y grandes clamores. Dirigió ruegos y súplicas a Aquel que lo podía salvar de la muerte, y fue escuchado por su religiosa sumisión. 8 Aun siendo Hijo, aprendió en su pasión lo que es obedecer, 9 y, llegado a su propia perfecciòn, pasó a ser el que trae la salvación eterna a todos aquellos que le obedecen.
10 En efecto, Dios lo había proclamado Sacerdote a semejanza de Melquisedec.

Ustedes deberían ser como maestros

11 A este propósito tendríamos muchas cosas que decir, pero nos cuesta exponerlas porque se han vuelto lentos para comprender. 12 Ustedes deberían ser como maestros después de tanto tiempo. Pero todo lo contrario, necesitan que se les vuelvan a enseñar los primeros elementos de las enseñanzas de Dios. Ustedes necesitan leche y no alimento sólido. 13 El que todavía se alimenta con leche no entiende lo que es actuar bien: no es más que un niño pequeño. 14 A los adultos, en cambio, se les da el alimento sólido, pues ellos han adquirido la sensibilidad interior y saben distinguir lo bueno y lo malo.

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