viernes, 15 de enero de 2010

9

9 1 Y tocó el quinto ángel. Vi entonces una estrella que del cielo había caído a la tierra. Le entregaron la llave del pozo del Abismo. 2 Al abrir este pozo, subió una humareda como la de un inmenso horno, que oscureció el sol y el aire.
3 De ese humo salieron langostas que se esparcieron por la tierra. Podían causar el mismo daño que los alacranes de la tierra. 4 Se les ordenó que no dañaran ni praderas, ni hierbas, ni árboles, sino sólo a los hombres que no llevaran en la frente el sello de Dios. 5 No podían, matarlos, sino únicamente atormentarlos durante cinco meses. El dolor que producen se parece al de la picadura del alacrán. 6 En esos días los hombres buscarán la muerte sin hallarla, querránmorir, pero la muerte se les esconderá. 7 Al verlas, estas langostas se parecen a caballos equipados para la guerra. Parece que tuvieran coronas de oro en la cabeza y cara como de seres humanos. 8 Sus cabellos de mujer, y sus dientes, molares de león, 9 sus pechos parecen corazas de hierro, y el ruido de sus alas, la bulla de un ejército de carros con muchos caballos que corren al combate. 10 Tienen colas como de alacranes, y las colas, aguijones para torturar durante cinco meses a los hombres. 11 Al frente , como rey, llevan al ángel del Abismo, cuyo nombre hebreo es Abadón y en griego Apolión (en castellano Destrucción).

12 El primer ¡Ay! ha pasado. Vienen otros dos ayes después de éste.
13 Tocó el sexto ángel. Entonces oí una voz que venía de las cuatro esquinas del altar de oro colocado delante de Dios, 14 y que le dijo al sexto ángel: "Suelta a los cuatro ángeles encadenados a orillas del gran río Eufrates." 15 Y soltaron a los cuatro ángeles que esperaban la hora, el día, el mes y el año, listos para exterminar a un tercio de los hombres. 16 El número de los soldados a caballo era de doscientos millones: es el número que oí. En mi visión, yo vi esos caballos y a quienes los montaban. 17 estos llevan corazas color de fuego, de jacinto y de azufre. Las cabezas de los caballos son como cabezas de leones, y de sus bocas sale fuego, humo y azufre. 18 Entonces un tercio de los hombres fue exterminado por estas tres plagas: el fuego, el humo y el azufre que los caballos lanzaban por el hocico. 19 Porque el poder de los caballos está en el hocico, pero también en sus colas. En efecto, ésas son como serpientes, y tienen cabezas con las que hacen daño. 20 Sin embargo, los demás hombres, que no fueron exterminados por estas plagas, no renunciaron a los falsos dioses que se habían hecho, no dejaron de adorar a los demonios, a esos ídolos de oro, plata, bronce, piedra y madera, incapaces de ver, oír o de andar. 21 No, no se arrepintieron de sus crímenes, ni de sus brujerías, ni de su inmoralidad sexual, ni de sus robos.

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